miércoles, 30 de diciembre de 2009

MI RETORNO AL MAR







Crónica personal por Danilo Gutiérrez Baella

Mes de diciembre, año 2009

Luego de realizar el martes ocho de diciembre mi Bautizo consciente en Xto. en el mar de Agua Dulce en Chorrillos, tomé la decisión de no quedarme siempre en la orilla realizando tomas fotográficas a las logradas pruebas de surfismo de mi Hermano Zelmar sobre su tabla Long Board blanca. Mi Ministerio es el de Tablistas para Cristo con los niños y adolescentes de Alto Perú, y sabía que debía corresponder a la actividad que me involucra, luego de servir al Señor: el Surf.

Makaha era la playa obligada para reiniciar mi retorno oficial al mar. A los 47 años de edad, alrededor de treinta que no volvía, y siendo el domingo 20 de diciembre recibí de Zelmar mi primer traje de surfer y una lycra adecuada para la ocasión. También me prestó un par de booteens, otro de aletas, y finalmente la Morey Boogie (también llamada "corcho" en la jerga surfera). Aprendí a colocarme toda la indumentaria, dejando las aletas para el momento final, y me apliqué la crema bloqueadora necesaria para afrontar mi primera bronceada de verano.

Zelmar me enseñó a aplicar la cera especial sobre las tablas, y de inmediato iniciamos el proceso de calentamiento corporal, previo al ingreso al mar. Estos ejercicios van comprometiendo en forma gradual cada parte del cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Estiramientos de cada miembro, empezando por el cuello, finalizando con treinta "polichenelas" que me dejaron con la lengua afuera. Hubo un momento, sentados sobre nuestros muslos flexionados, en que Zelmar y yo aprovechamos para elevar una oración de agradecimiento al Señor por tanta belleza frente a nuestros ojos, y el regalo que nos daba de poder disfrutarla así, sin más.

Viéndome bien, ya no estaba ese monte de cabello castaño sobre mi cabeza, marcado por un cerquillo de lado que ocultaba la mitad de mi frente. Tampoco se dibujaban las líneas abdominales ni dorsales de aquel entonces, ni las de mis pectorales delineados que denotaban juventud y actitud física total. Ahora, todo se reemplazaba por tantos kilos de más como años habían transcurrido, con una frente ancha e inacabable con brillos de piel al sol, sendos "flotadores" laterales, cuello de pelícano en reposo, y músculos dormidos por el implacable tedio de la gran ciudad. Sin embargo, mi mirada se resistía a creerlo, y el tiempo se disolvía ante las emociones que empezaban a revivir.

Estábamos listos, llegaba la hora de ingresar al mar. Caminamos sobre las piedras negras y brillantes de Makaha, y nos detuvimos en el talud formado en su orilla para colocarme las aletas. Parecíamos dos viejos guerreros vestidos en jebe negro, tablas afirmadas al brazo y tobillo derechos, resueltos a enfrentar el destino de aventuras conocidas en esas mismas aguas tantos años atrás. Las plantas de los pies me dolían al contacto con las piedras, pero no pronuncié ningún sonido ni queja en respeto al momento maravilloso que se nos brindaba.

Descendimos de lado para no caer con las piedras que rodaban, y disfruté de la primera caricia refrescante en mi rostro, la misma que traía consigo el sabor a mar. Cada reventón sobre las piedras provocaba esa lluvia previa que anunciaba la entrada. Una vez ingresado hasta la cintura, monté horizontal sobre la Morey, e inicié mis braceos y pataleadas hacia el horizonte inmediato, aquel donde las olas se forman y revientan en espumas embravecedoras.

Al principio atravesé cada espuma que encontraba en contra, disfrutando de la frescura marina que cubría todo mi cuerpo envejecido, pues me sentía totalmente revitalizado. Pero a lo largo de mi travesía, la respiración se hacía más difícil, y mi pecho presionado contra la tabla no me permitía aspirar mejor. Noté que mi nariz se tapaba, y que desde hacía un buen rato sólo aspiraba el aire por la boca, situación que complicaba la situación. Entonces decidí superar esto, y vencer mi cansancio, apoyando mis antebrazos sobre la Morey, y desbloqueando mi nariz con sendos ejercicios de respiración. Luego, practiqué el aspirar por la nariz, y expirar por la boca tres veces. A la cuarta vez realicé lo mismo, pero nuevamente echado, braceando y pataleando en forma sincronizada hasta alcanzar a Zelmar quien al momento ya había corrido un par de olas y retornado mar adentro en su Long Board con la misma facilidad de quien monta una bicicleta o maneja un auto.

Apareció una primera ola "corrible", y Zelmar me alentó a que la subiera con la Morey. Lo intenté, pero todo quedó atrapado en la espuma. Otra ola más, pero al llegar sólo fue un pequeño tumbo. Pasaron unos minutos en los que me quedé viendo el cielo azul de ese día, los acantilados miraflorinos de la Costa Verde, los altos edificios asomando sobre ellos, el puente Villena Rey al lado izquierdo, un enjambre de parapentes multicolores sobre todo ello, los autos, la gente, la playa negra de piedras brillando al inicio del mar...

Hubo un silencio, y luego un rugido; sólo escuché la voz de Zelmar gritar desde su posición: "¡Dany! ¡Agárrate esa ola! ¡No la pierdas!". Le hice caso sin mirar atrás, escuchando acercarse el estruendo. "¡Bracea, Dany! ¡No dejes de bracear! ¡Córrela!". Un impulso violento a mis espaldas me dispararon hacia la orilla lejana, y apliqué las formas que Zelmar previamente me había enseñado, a pesar del agua que empezaba a tragar y a bloquear mi vista. También, se pusieron a disposición de mi mente viejas herramientas y estilos guardados de aquel entonces sobre mi antigua Pitty Tabla de espuma plástica sobre la que corrí tantas olas en tantas playas de mi adolescencia dorada.

Apreté la proa hacia abajo y me deslicé raudo sobre la espuma atropellada. Mis ojos se entrecerraron y mi corazón se aceleraba con un gozo conocido, una adrenalina familiar. Así inicié formalmente mi regreso al mar, ganándome el derecho de cabalgar otra vez sobre sus olas llenas de vida, llenas de amor de Dios. Y fueron tres olas más, y mucho cansancio mezclado con alegrías de niño viejo, con ilusiones que jamás habían muerto, con el sentirme vivo yo mismo otra vez.

Son varias las oportunidades que ahora tenemos con Zelmar de bajar a correr olas en Makaha, y lo hacemos compartiendo alegrías con mis sobrinos y otros Hermanos de TPC Alto Perú con los que nos encontramos en el mar. Hoy miércoles, una avería en la camioneta no nos permitió hacerlo, y por eso tengo el tiempo para escribirles todo esto con la inspiración que el Señor me da para hacerlo.

Zelmar ha anunciado que en este fin de semana la Morey Boogie estará ocupada por mi sobrino en un campamento por año nuevo. Quiere decir que acudiremos igual a Makaha a correr... en tabla Surf. Nuevas aventuras, nuevas experiencias, si Dios lo permite. Quienes me estén siguiendo hoy, sabrán en detalle lo que en ese fin de semana ocurra a través de una siguiente crónica, lo prometo.

Hasta la próxima, mi Bro! Y que el Señor les bendiga infinítamente...

Invito a visitar http://www.tpcaltoperu.com/ ¡Está genial y refrescante! ¡No lo dejes de ver!

viernes, 25 de diciembre de 2009

A NATALIA LUCÍA, EN SU SEGUNDA NAVIDAD...


Hola mi amor precioso, soy tu papá. Sí "Chiflús", tu papito que te adora y que siempre te encomienda al Señor desde su trinchera temporal de servicio a Él, un poco lejana a tí por hoy.
Sé que no hemos hablado desde el 6 de octubre de este año que ya termina, desde el último beso y bendición que te dí con palabras sin voz, cogiendo tus manitos tibias, besándote en la frente, acariciándote tu cabello por aquella "última" vez. Razones que superan tu entendimiento actual me llevaron a tomar una decisión de cambio en mi vida, que también es la nuestra hijita. Razones que ponían en peligro mi integridad personal, y la seguridad de poder velar en absoluta PAZ por tí y por tu hermanita Sandra en un futuro próximo. Muchas razones que, estoy seguro, juntos conversaremos en unos años, y que entenderás mejor de mis propias palabras, con el amor e inspiración que hoy Dios pone en mi corazón.
Me han pasado muchas cosas desde entonces hijita. He llorado un poco o mucho por dentro, no te lo puedo negar. El alejarme de tus hermanas Mayra y Danielita me desgarraron el alma también, pero no había más opción. Finalmente, están con su madre que también es tuya, y son atendidas con preocupación, a pesar de cualquier problema o tormenta de sentimientos que pueda existir en ese hogar.
Ese día tan difícil me recibieron tus Tatas Alberto y Victoria, esos abuelitos lindos que tienes en Miraflores, junto a tu tía Vickyta y tu primo Roland. También me asistieron en mis necesidades mínimas y mayores mis hermanos (tus tíos). Todos ellos se preocuparon de inmediato por mí, dándome un lugar donde poder dormir, y también comer. Sin embargo, la empresa donde trabajaba cerró ese mismo mes, a 20 días de dejarte, y sólo pude atenderte por una vez con pañales, leche, shampoo, jabones, pañitos... ¡en fin! Todo en una caja cerrada enviada por correspondencia a la casa de tu madre para poder continuar con mis atenciones contigo, como siempre lo hice, amándote y cuidándote como tú te mereces hijita.
Sin embargo, el recuerdo de mis canciones mientras te bañaba y jugaba contigo, o cuando te daba de comer, o te hacía dormir. Los momentos de sonrisas y coqueteos maravillosos cuando aprendiste a caminar, y cuando te paseaba en tu coche con tus piernecitas estiradas al viento por el parque El Carmen, o al ir a comprar por la vecindad... todo eso me viene en golpes a la memoria y a mi sensibilidad de padre amoroso, y me duele el corazón.
Pero hay cosas nuevas en mi vida, que es la nuestra, mi amorcita linda... Te cuento que he conocido a DIOS en este corto tiempo, y Él ha sanado mis heridas más profundas llenando mi corazón con todo su amor. Ahora tengo más Hermanos... ¡sí, mi amor! Hermanos en Cristo, que trabajan conmigo ayudando y rescatando a otros hermanitos más jóvenes de caer en vicios y mal vivir. El Señor ha sido bueno conmigo, y ha llenado mi corazón con ternura santa, la misma que me permite hablar en otras formas con ellos, y compartir Su Palabra con amor.
Es el Señor, nuestro Dios, aquel que ha tomado todo mi sufrimiento, temores e incertidumbres en Sus Manos. Es Él el que tiene tu cuidado a Su cargo, y vela por tí mientras yo le sirvo en esta bella misión, y será Él el que nos permita volver a encontrarnos muy pronto, Natalia Lucía, sólo Él. Jesucristo depositará su amor en los corazones que ahora viven cerrados a Él, que se encuentran llenos de odio y rencores, pobredumbres que sólo se tienen cuando no se le conoce, y sobre ellos hará Su Justicia. Él nos volverá a reunir muy pronto, pequeña "Chiflús", con maravillosas experiencias de por medio, y ese día clamaré por Él más que nunca al cumplir con Su promesa de amor con nosotros. No te desesperes, pronto lo verás.
Por mi lado, sigo orando por tu seguridad, por tu integridad, porque nada te falte, sobre todo, el amor de la familia que tienes hoy a tu alrededor. No me importa recuperar nada material, hijita linda, sólo a tí, y nada más que a tí.
Mientras tanto, seguiré aprendiendo a servir al Señor, preparando a tu hermanita Sandra y a otras personas cercanas a recibirle en sus corazones, y haciendo el camino también para tí, según la Santa Voluntad de Él, no el afán mundano de tu papá ni su ciega voluntad. Sólo Su Voluntad dará esa posibilidad, ya lo verás, y lo conocerás.
Te encomiendo totalmente a nuestro Señor, Natalia Lucía. Esa será nuestra maravillosa y eterna navidad en Él. Y como siempre, te doy un beso de buenas noches con el mismo amor con el que te hacía dormir, amándote profundamente, cuidando de tí, mi Herencia bendita.
Feliz Navidad, bebita. Dios te guarde y permita que entre todos tus angelitos de ensueño, haya uno con mi rostro que te haga reir y jugar como entonces, hasta que Él nos reuna otra vez.
Te amo hijita, y te ama Él. Buenas noches mi amorcita linda.
Tu Papito Dany

lunes, 21 de diciembre de 2009

EL ENCUENTRO, por Danilo Gutiérrez Baella


Estuve perdido entre nieblas de penas y vacíos

con mil preguntas sobre el cielo y sobre el mar,

y miles fueron también las estrellas

que desde lo alto me buscaban para hablar.



Pero la bruma, negra y espesa,

no permitía delatarme en mi andar.

Cubría mi cuerpo, mi alegría, mi alma toda...

robando agresiva todo amor y toda paz.



El cerebro consumía en mi ser

las pocas brasas que del amor quedaron

unos toscos recuerdos renegridos,

muchos intentos de construir castillos,

muchas lunas de llanto en soledad,

un concierto de mudos gemidos, una lágrima perdida en el mar...



Una mano sacudió mi alma,

una voz me habló desde el corazón...

Un temblor de muchas voces en una sóla

aferró mi espíritu a la oración.



Alcé mis ojos hacia el cielo

y no hubo más niebla alrededor.

Sólo Paz, verdadera Paz en mis entrañas,

cubrió mi camino hacia el Señor

descubriendo entonces que era buena

la canción de Amor que brotó de Dios.



Otros ojos miran hoy este sendero

otra vida nace hoy de mi interior

he borrado el dolor de lo vivido

lo he cambiado por servicio y por acción.



¡Dí Dios cómo entregar lo que hoy me has dado!

¡Dí Señor como servir en Tu Misión!

¡Abre hoy estos ojos a Tu Cielo!

¡Iluminame, oh Señor, en salvación!



Quiera Dios que mis manos sean fuertes

para aferrar las de un niño sin amor.

Inundarlo con visiones celestiales

Reclutarlo para servirte

como hoy...

lo hago yo.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

CASTILLOS DE ARENA (Experiencia FB multinacional y tripartita)





Escrito por:

Alejandra Garrido, Alicia Gonzales Garrido,

y Danilo Gutiérrez Baella

Idea original:

Alejandra Garrido

Noviembre 2009



A pesar de que el día en la costa no estaba agradable, Tomy iba corriendo por la arena con su tabla de surf dispuesto a enfrentar a las olas en un mar picado.

Al llegar a la orilla vio a una chica rubia que estaba con su hermanito armando un enorme castillo de arena que parecía la obra de un arquitecto.

Se detuvo y le dijo:

-Hola, me llamo Tomy, tu castillo es precioso, ¿me dejas ayudarte?

Mientras la muchacha lo miraba detenidamente, su hermano menor se adelantó a responder:

-Sí, ayúdanos, quiero que este sea el mejor castillo de toda la temporada, cuando esté terminado, le sacaremos una foto antes de que alguien lo destruya.

Tomy sin pensarlo dos veces se agachó e inmediatamente se puso a trabajar muy contento de sentirse niño otra vez.

Aimé, la chica rubia, le contó a Tomy que cuando era chica se disfrazaba de princesa, su escenario era el balcón terraza de la abuela Mirta que vivía en una casona de Belgrano. El muchacho la escuchaba embobado por ese aire naif que emanaba con esa mixtura mujer, ángel y niña.

Las horas habían transcurrido velozmente y el castillo parecía confeccionado por uno de los dibujantes de Walt Disney. ¡Qué grande era! Tomy, Aimé y su hermanito Nico, ya agotados contemplaban echados en la arena esa maravillosa obra producto de sus esfuerzos.

En eso, una voz a lo lejos llamó la atención de Aimé; era su padre, quien a las claras denotaba nerviosismo y preocupación por la presencia de Tomy y su tabla de surf.

- ¡Aimé, Nico! ¡Vengan inmediatamente a almorzar, que su madre les está esperando!

Tomy se levantó bruscamente al notar la incomodidad del padre, y logró distinguir a la distancia que su mirada le fulminaba. Hizo ademán de despedirse con rapidez de los dos hermanos, pero Aimé le tomó de la mano, y le dijo:

- Tomy... no te vayas. Te invito a almorzar...

Tomy, como todo chico seguro de sí mismo, se recompuso inmediatamente, irguió su espalda y mentón para caminar a la par de Aimé y Nico, le extendió la mano al padre de ambos y se presentó. Osvaldo, al sentir ese apretón fuerte de manos, cambió su actitud por otra mucho más relajada. El muchacho parecía educado, desenvuelto y digno.

Nico comenzó a mostrarle a su padre las fotos tomadas del hermoso castillo, el niño estaba muy feliz y no hacía más que ponderar la habilidad de Tomy. "Tomy esto y Tomy lo otro".

No fue novedad para Osvaldo que hubiera un invitado inesperado para el almuerzo. ¿Cómo negar un pedido de esa naturaleza? Después de todo era más ventajoso poder tener acceso a más datos sobre este jovencito del cual su hijo ya era fan y era indudable que la mirada de Aimé tenía más brillo que cuando despertó esa misma mañana.

Entretenido y sabroso el compartir durante el almuerzo. María Julia, la madre de Nico y Aimé observaba a su hija mientras Tomy contaba sus aventuras sobre las olas del mar. Osvaldo, por otro lado, no pudo dejar de comentar sus propias aventuras de joven sobre vetustas tablas Longboard, teniendo la invalorable experiencia de haber corrido olas como amateur en las mismísimas playas de Hawaii.

Tomy reía, Nico apuraba el helado con duraznos del postre, y Aimé soñaba... ella sobre la vieja Longboard de su padre, Tomy atrás de ella sujetándole de la cintura, ambos viajando en una ola que jamás terminaría de correr, eterna, maravillosa, inmensa y muy lejana de la playa.

-Tomy, ¿fumas? - preguntó Osvaldo repentinamente al muchacho, ofreciéndole un cigarrillo con la cajetilla en la mano.

Tomy declinó la oferta, él era un chico deportista, todo fibra y mucho gimnasio, curioso por conocer más detalles sobre la experiencia de Osvaldo en Hawaii, lo bombardeó a preguntas mientras compartían un café en el salón.

Al despedirse esa tarde Tomy tenía el firme propósito de emular a Osvaldo y probar las enormes olas del mar de Hawaii.

Dos meses más adelante Tomy, quien ya había establecido una relación de idas y venidas frecuentes a la casa de Aimé, le confirmaba entusiasta que iba a participar en un campeonato de surf para el cual estaba aplicando desde la primera conversación con Osvaldo, y que tenía que partir en poco tiempo a Hawaii. Aimé no supo qué decirle primero, y trató de disimular su desconcierto, aunque Tomy no necesitaba mucho para darse cuenta que una fuerte inseguridad se apoderaba de Aimé. Ambos prometieron escribirse y verse tan pronto como él volviera.

Pero no fue así.

Seis años habían pasado, sin que Aimé volviera a tener noticias de Tomy. Los primeros meses fueron muy duros, ella no podía olvidar al dulce Tomy, aquel chico de la tabla surf con el que construyó un castillo de arena. A pesar del decir de “que el tiempo todo lo sana”, ella no podía concentrarse más en sus proyectos ni en otro sueño que el de estar al lado de Tomy, pues al irse, muchas cosas cambiaron radicalmente, y la vida no volvería a ser lo que fue.

Y ahí estaba ella, observando como el mar lamía con suavidad la orilla de la playa... esa playa adorada, tan suya, tan llena de recuerdos de niña y añoranzas familiares. Allí iniciaron sus más hermosos sueños, primero en pie sobre el balcón del Castillo de Arena, con su gran sombrero en punta de Princesa de Mar, al lado del hermoso juguetón de su hermanito Nico.

¿Y Nico? Ya no escribe, está cumpliendo sus propios sueños terminando sus estudios en otra ciudad lejana, perfilándose para llegar a ser un gran escultor y pintor. Una buena escuela de arte le esperaba al terminar pronto la secundaria. Sus retratos en acuarela y témpera sobre lienzos medianos y más grandes, todos con la imagen de ella, sus padres, sus Castillos de Arena... algunos con el recuerdo de la imagen de Tomy y su tabla de surfear... Todos esos retratos se los obsequió, y ella los tenía colocados en cada rincón de su habitación, del pasadizo, de la sala y del comedor. Toda la casa inspiraba arte puro, y buenos recuerdos. Recuerdos como el día en que Tomy le dio su primer beso, a oscuras, entre susurros de amor mezclados con los de las olas al andar sobre la arena, con su aroma marino lleno de vasta humedad...

Pasaba el tiempo. El padre de Tomy se desempeñaba como gerente general de un poderoso banco, vivía abocado a su profesión y a su único hijo, merecedor de todos los cuidados desde que Mónica, su esposa y madre de Tomy, murió. El día que su hijo le comunicó su decisión indeclinable de radicarse en Hawaii, sintió una puñalada en el pecho y que la garganta se cerraba, pero conociendo el carácter indomable de su hijo se dio cuenta cuán inútil sería tratar de desviarle de su anhelo. Ni siquiera sirvió el recordarle aquel amor del cual Tomy le hablaba tanto, esa chica rubia y angelical llamada Aimé.
Si bien cada vez que lo visita lo veía muy feliz en su cabañita de Oahu y orgulloso con su primer trofeo obtenido como surfista a nivel mundial, tener a su único hijo viviendo lejos era algo que no podía asimilar.

El muchacho trabajaba por las noches como mesero en un restaurante VIP, dormía unas pocas horas y el resto era entrenamiento.

A Tomy no le faltaban muchachas con quien salir; el caso es que ninguna producía un “clic” especial en él, ese que sintió al ver a Aimé.

"La vida siempre debe tener una misma dirección para llegar a tus metas, y en el camino deberás dejar muchas cosas de lado para lograrlas…"; eso le había enseñado su padre. Sin embargo, Aimé no era una “cosa” que dejar de lado, pero no imaginaba cómo hubiera podido avanzar tanto en su carrera de surfista trayéndola a su lado, arrancándola de su amada familia en Argentina a un mundo de velocidades vertiginosas y loca aventura como lo era Hawaii. Pero Tomy, en el fondo, la recordaba mucho, y sufría al pensar el daño que le estaría haciendo al no volver a contactarla. “Así es mejor, pues el tiempo curará sus heridas…”.

Tomy acostumbraba irse a dormir por encima de las dos de la mañana (si una cita no se había dilatado demasiado, y lo hacía pasar en vela hasta el amanecer...), y levantarse a las cinco. Luego de preparar su maletín, tomaba un vaso repleto de jugo puro de naranja recién exprimida, y un racimo de seis o siete plátanos para irlos comiendo por el camino. Una vez atada su tabla a la parrilla de la pequeña camioneta Ford, se dirigía a la playa donde siempre encontraba a sus amigos de surf.

Ellos solían comer sus plátanos en fila, uno a uno, bañados con una botella entera de Gatorade. Luego se ponían el traje, e iniciaban su sesión de calentamiento, y Tomy siempre era el primero en volar como una saeta negra con tabla amarilla por encima de las crestas a punta de brazadas que esparcían al mar como estrellas tras él.

Ese día, uno de sus amigos esperaba sentado en su tabla al lado de la de Tomy en altamar, y le preguntó de improviso:

- ¿Qué significa ese diseño de castillo en la punta de tu tabla? ¿Qué inscripción tiene abajo de la figura?

Tomy mantuvo la vista sobre las olas lejanas, pero en el fondo sintió un tirón; creyó que nadie prestaría importancia a la figura impresa en su tabla ganadora...

- Dice... "A - I - M - É".

Casi ni sintió dolor, pero sí la brusquedad terrible con que lo sumergió de pronto. Había mucha sangre en el agua, sus compañeros desde la orilla gritaban ¡Tiburón, Tomy, tiburón!, y Tomy se dio con la sorpresa de encontrarse con una fuerza poderosa que le arrastraba por la superficie del mar, lo sumergía, y que tenía que luchar por su vida. El animal lo soltó de pronto, tal como lo había tomado, y Tomy en shock tuvo el impulso instintivo de recostarse sobre la tabla. Comenzó a bracear rumbo a la orilla, con la mente en blanco y el resto del cuerpo adormecido. Atrás en el mar sus compañeros hacían lo mismo, y pasaban a Tomy velozmente. Él seguía braceando y braceando, llegando a ver muchos brazos y manos a su alrededor tratando de sacarle del agua, de ese océano maravilloso donde su vida tomaba otro sentido, aquel que ahora empezaba a perder hasta quedar en la más completa oscuridad.

Despertó horas más tarde aturdido por la anestesia en la sala de recuperación del hospital, los médicos le hacían preguntas, él respondía como un autómata, sentía un profundo dolor en su pierna derecha, pedía que le suministraran un calmante. Afortunadamente el dolor empezó a desaparecer paulatinamente, mientras él caía en un profundo sueño.

Se vio recostado sobre la playa, a su lado Aimé y Nico construían un castillo de arena. De nuevo le pareció que había retrocedido en el tiempo, que nada había cambiado desde esa apacible mañana en la que se sintió por primera vez pleno y feliz. Aimé sonreía y le presentaba a su padre, y él intentaba congeniar con ese hombre que le hablaba de su afición al surf y de sus experiencias en Hawaii.

Lo despertó la enfermera. Era la hora de sus medicinas. Mientras lo incorporaba, la enfermera murmuró al oído de Tomy que muy pronto tendría que comenzar el tratamiento de rehabilitación, y que el cirujano vendría a revisarlo en unos minutos. Él le explicaría con más detalle su estado, pues Tomy preguntaba y preguntaba sin parar, y la enfermera no le quería dar ninguna respuesta que no fuera autorizada por el médico a cargo. Todo era confuso, y Tomy no sentía su pierna derecha...

El padre de Tomy caminaba a toda velocidad por el pasillo del hospital, abrió la puerta de la habitación 202 al tiempo que escuchaba un grito desesperado: "¡Mi pierna, por Dios, mi piernaaa!”. En ese instante corrió a su lado, apartó al médico del cual Tomy se encontraba aferrado, y le abrazó como queriéndole devolver esa parte de él que ya era imposible de recuperar.

Pasaron días, meses, un año más… Tomy se encontraba de regreso en Buenos Aires. La casa de Villa Devoto le pareció más chica que antes, especialmente la piscina, pues se encontraba vacía y sucia. Se dirigió a su habitación y comenzó a revolver el cajón de la mesita de noche, buscando algo, como si allí fuera a encontrar una parte importante de su vida.

Efectivamente, allí encontró la carta de amor que guardó celosamente y por tanto tiempo. Al verla amarillenta tomó conciencia de los años transcurridos, y sintió que algo se quebraba lentamente en su interior.

Mientras asomaban lágrimas , Tomy comenzó a leerla:

"14 de febrero de 1999

Tomy, mi dulce amor...

Sé que aún estás en Argentina, pero el dolor que siento es tan grande que pienso son años los que han pasado desde la última vez que nos vimos.

Tú dices que sólo irás, competirás, y volverás. Yo no puedo evitar que des el paso, pues que ganes es lo que más quiero en este mundo... después de ti. Sin embargo, el cariño que sientes por el surf y tu afán de ganar hasta vencer al último de tus competidores puede llevarte a decidir esperar un mes más, y otro más, y así ir cambiando mi cariño por tus sueños aún no realizados.

A estas alturas ya debes haber recibido mi regalo, quizás el último, pero sólo Dios lo dirá. Es amarilla, como tú la querías, y aparte de las marcas estampadas encontrarás una muy especial... una que, aunque me dejes por el surf, llenará con buenos recuerdos tus noches de soledad, tus momentos vacíos, tus tristezas. Es nuestro Castillo de Arena, el único y maravilloso castillo que adorna eternamente la playa en que nos conocimos. Fíjate en el balcón... ahí estoy yo, tu princesa vestida y lista para ser raptada por ti a través de las olas en Hawaii, encabezando la proa de tu tabla para que me mires, feliz como supiste hacerme, tan feliz como nunca fui antes, Tomy.

Sé feliz tú también. De más está decirte que mis padres y Nico te desean muchos éxitos nuevamente, ya lo hicieron contigo en casa, pero no cesan en repetirlo. Y yo, bueno, me voy contigo... ¿qué más te puedo decir?

Te amo con todo mi corazón. Siempre esperaré tu regreso a mi playa, a mi castillo, a mi alma soñadora.

Tu Princesa de toda la vida, tu Princesa del Mar…

AIMÉ.”

El muchacho comenzó a llorar amargamente, apretó muy fuerte la medallita de oro que le había regalado su madre con la imagen de la Virgen de Luján, le pidió fuerza y coraje para poder mostrarse ante su princesa como un soldado que ha regresado de la gran batalla de la vida.

Se encaminó hacia el cuarto de baño sosteniéndose en sus muletas para darse una ducha rápida, se perfumó, salió a la vereda y tomó el primer taxi que pasaba. Pareciera que todo el poder de la Santa Madre hubiese bajado sobre Tomy.

El trayecto hasta la casa de Aimé le resultaba interminable pero su alma estaba liviana de miedos y angustias.

¿Cuántos años habían pasado ya? ¿Diez...? ¿Qué miradas encontraría ahora en esa casa, luego de haber desaparecido sin mails, cartas, o siquiera una postal para que supieran de él, para que Aimé no siguiera esperándolo más?

Pero... ¿Amaba a Aimé, o sólo amaba a la casi niña en su recuerdo frente al mar, su hermano, el hermoso Castillo de Arena donde ella era la Princesa del Mar?

El taxi se aproximaba, y Tomy notó que las calles lucían un tanto distintas, llenas de modernidad, diferentes a como las dejó... Una gaviota apareció de pronto frente al vehículo, volando rasante y por delante, como guiándolo a su destino, a su inequívoca realidad...

Frente al mar, allí donde siempre estuvo el hogar de Aimé, Nico y sus padres... encontró lo que jamás imaginó que podría hallarse...

En lugar del dúplex esperado perteneciente a la familia, ahora había una pequeña tienda de venta de productos náuticos. Indagó con los vecinos acerca del paradero de Osvaldo, y le dijeron que el hombre, después de haber tenido un accidente cerebro vascular, entró a la ruina, vendió la casa y se trasladó con toda su familia a un barrio de viviendas más económicas. Tuvo la suerte de charlar con gente servicial, que le recordaban de esos tiempos, y sabían de sus éxitos como surfista. Le facilitaron el nuevo teléfono familiar, pues no habían perdido contacto con Osvaldo.

Tomy comenzó a presionar los números de su celular. A la tercera timbrada, escuchó la voz de Aimé…

- ¿Hablo con la princesa que diseña los más bonitos castillos de arena?

Aimé guardó silencio. No quería ni imaginar que fueran falsas sus expectativas, y que se tratara de alguna broma de mal gusto.

- He regresado de un largo viaje, y traigo una carta en mi bolsillo…

-Tomy, ¿qué esperas? ¡Ven ya mismo!

- No soy el mismo Tomy que has conocido, te desilusionarás cuando me veas…

- Eso no sucederá – replicó con voz cortada por la emoción.

- ¿Tan segura estás Aimé? Por favor, piénsalo bien antes de responder…

Aimé oía la voz grave con la que Tomy le hablaba. Era notorio el cambio en su tono ya maduro, voz de persona golpeada por la vida, y que anunciaba un cambio importante en él... un cambio que podría afectar su larga expectativa por verle al fin.

-Tomy, háblame claro por favor... ¿Crees que yo dudaría en recibirte y escucharte después de todos estos años de esperar noticias tuyas, de querer saber de ti, más allá de lo que los diarios eventualmente nos informaron? Sé por las fotos publicadas que más de una persona ha estado a tu lado en todo este tiempo, y has hecho alarde de ello más de una vez. Los periodistas se encargaron de lo demás.

-Lo sé, Aimé, lo sé... eso pasó, y lo llevo adentro como un puñal clavado en el corazón, pues nunca te olvidé. Sin embargo, como bien dice tu carta, mi pasión por la tabla y por ganar fue más fuerte, y mi inmadurez me ha hecho pagar muy caro el abandonarte por esa ilusión...

-Tomy, no sigas - paró en seco Aimé - No sé dónde estás, seguramente aún muy lejos, pero será bueno que tú también pienses bien si estás preparado para ver lo que hallarás al otro lado de la puerta...

Tomy, resuelto ya a enfrentarse con Aimé, y mostrarse con una pierna menos, tullido, discapacitado para volver a correr la bella tabla surf amarilla que le regaló, sintió que la crisis en la que cayó Osvaldo y su familia era la razón que le hacía hablarle así.

-Aimé, estoy a tan solo 100 metros de tu puerta. Dame un par de minutos, y sólo ábreme cuando de tres toques como antaño, ¿de acuerdo?

-Está bien Tomy, así lo haré.

Tomy avanzó con sus muletas con paciencia, respirando a cada suelazo dado con el corazón desenfrenado, el pulso golpeando sus venas hasta casi reventar. No pudo evitar temblar, titubear, desestabilizarse hasta casi perder el equilibrio y caer al suelo. Sudaba frío... "Aimé, Aimé... ¡no me rechaces por favor, perdóname todo lo que te he hecho sufrir!", clamaba a gritos desesperantes en el pensamiento hasta llegar a la puerta de su humilde casa familiar.

-Sólo mi mano sobre la madera, y tres toques... - lo dijo en voz queda para sí.

Toc, toc... ¡TOC! Trastabilló, y una muleta cayó al piso con cierto estruendo. En el intento de detener la caída, Tomy se percató que la vieja cortinita de la ventana junto a la entrada se sacudía de pronto y dejaba adivinar que había estado siendo observado.

La puerta se abrió, y los ojos de una Aimé ojerosa, cansada, se clavaron en los de Tomy... él iba a decir algo, pero la voz quedó ahogada en la garganta, casi asfixiándole…

-Junior... - dijo Aimé sin quitarle la mirada a Tomy. Junior habló apoyando su mano en la de Aimé.

- Entonces mami... ¿Él es mi papá?

Tomy no sabía qué decir. A pesar del impacto que esta revelación le causaba, se reconocía en el rostro de aquél niño que le miraba sonriendo. No cabía duda, el mismo hoyuelo en el centro del mentón, e idéntica mancha de nacimiento sobre la frente.

Aimé rompió el hielo invitándolo a entrar.

-Ponte cómodo, voy a preparar el té. Quédate con Junior, tienen mucho que hablar los dos.

Junior fue por el álbum de fotos. Quería compartir con su padre los detalles de sus primeros años de vida, y también sus logros en el equipo de fútbol del colegio. Junior también era deportista, y como a su padre, le encantaba cabalgar sobre las olas, aunque su mamá le tenía prohibido ir a la playa solo, y en especial entrar al mar.

Tomy le contó sobre sus aventuras surfeando en Hawai, la magnitud y turbulencia de sus olas, y también del ataque del tiburón. Le contó a su hijo cómo le había cambiado todo su mundo, al punto de permanecer postrado por mucho tiempo incapaz de hacer una vida normal. Junior abría los ojos con sorpresa, mientras que Tomy le aseguraba que a pesar del tiburón que le llevó la pierna, el Señor, el mar y sus playas fueron las que le dieron el regalo más precioso: un amor como el de Aimé, y un hijo maravilloso como el que acaba de conocer.

Aimé los escuchaba sin intervenir, pues no había ninguna explicación que dar. Finalmente, Tomy regresaba a su vida, a su playa, a su Castillo de Arena frente al mar. Ella sabía que esta vez sería para siempre.

FIN

miércoles, 18 de noviembre de 2009

CUENTACUENTOS: HISTORIAS QUE NO SON DE MI AUTORÍA (Parte 3)

EL CREYENTE

(Anónimo recopilado y recreado por Danilo Gutiérrez Baella, año 2009)



La lluvia caía sin cesar, y los fuertes vientos habían arrancado ya algunos árboles, cayendo sobre los techo de las casas más vulnerables, destrozando hogares. La represa cercana rebasó los límites, y el agua empezó a inundar todo a su paso. La gente corría despavorida, y era llevada sin remedio por la terrible inundación.



Las labores de rescate, casa por casa, no se hicieron esperar. A pesar del viento, grandes helicópteros sobrevolaban la zona con camillas colgando por doquier, mientras que cuadrillas de salvataje surcaban las aguas en botes a motor Zodiac desafiando las corrientes, y coordinando con singular pericia las acciones de recuperación y protección.



Llevaban dos horas en estos intentos, cuando uno de los helicópteros avisó por radio sobre un individuo que asomaba por la ventana en el tejado de su casa, desde el desván, tratando de escapar de las aguas que habían cubierto sus dos primeros pisos. Una lancha Zodiac apuró su marcha en esa dirección, logrando localizar al sujeto en cuestión quien se hallaba sentado sobre el dintel de la ventana, con las manos aferradas a los marcos de madera, y los pies recogidos para que no les alcance el agua.



- ¡Hey, amigo! ¡Aquí estamos para rescatarle! ¡No se preocupe, en un minuto llegamos a usted, no se mueva!



Jacobo (así se llamaba el individuo) respondió con la misma convicción de su interlocutor:



- ¡Nooo...!!! ¡No necesito que me rescaten! ¡Porque yo creo en Dios! ¡Si Él quiere que me salve, me salvaré, y si quiere que me ahogue, moriré por su deseo!



- ¡Pero hombre! ¿Está loco usted? - los rescatistas no podían creer lo que estaban viendo... - ¡Venimos a salvarlo de las aguas, porque van a seguir subiendo hasta cubrirlo todo! ¡Ya, déjese de tonterías, y prepárese para embarcar!



- ¡Nooo...!!! - gritó nuevamente Jacobo - ¡No lo intenten siquiera, porque YO CREO EN DIOS! ¡Y si Dios quiere que me salve, me salvo, y si no, me ahogaré!



Los rescatistas no pudieron seguir soportando el embate de la naturaleza y discutir con Jacobo al mismo tiempo, por lo que le anunciaron volverían al poco rato por él. Tres cuartos de hora después, la misma cuadrilla en su Zodiac volvió a aparecer junto a la casa de Jacobo. Las aguas ya habían penetrado por la ventana del desván, y Jacobo se encontraba sentado en medio del tejado, con las piernas recogidas anudadas con sus brazos, empapadísimo de lluvia y sucio por la ventisca repleta de lodo.



- ¡Oiga, amigo! ¿Se da cuenta ahora que lo que le dijimos era verdad? ¡Aquí estamos a su lado, resbálese por el tejado que aquí lo sostenemos y...!



- Nooo...!!! - gritó otra vez Jacobo - ¡Ya les dije, YO CREO EN DIOS! ¡y si Dios quiere que me salve, me salvaré, y si no, me ahogaré!



- ¡No nos haga perder tiempo, señorrrr...! ¡Deslíce su humanidad por ese tejado de una vez, que con la justas podemos quedarnos quietos aquí! -



Los rescatistas empezaban a desenredar sogas para atarlas a las salientes del techo, y mantener la Zodiac pegada a la casa, pero a Jacobo le dió tal rabieta que desistieron de inmediato.



- ¡Nooo...!!! ¡Dejen que Dios haga su obra! ¡Él me salvará si así lo quiere, y si no, me ahogaré!



Una repentina arremetida del agua contra la lancha los alejó a doce metros del tejado, por lo que los rescatistas tuvieron que pedir apoyo aéreo para salvar a Jacobo. El helicóptero disponible llegó casi una hora después, y bajando lo más que pudo arrojó una camilla de acero tratando de hacerla llegar a Jacobo, quien a la postre se encontraba prendido de una frágil antena aérea de tv, ya que el agua había cubierto el tejado hasta el punto más alto, dejando totalmente sumergida a la casa entera. Pero Jacobo hizo gestos de negación desde su ridícula protección. Tomando una radio atada a la camilla para las coordinaciones con el equipo de salvataje a cargo en el aparato, Jacobo, gritó:



- ¡Nooo...!!! ¡Yo me quedo aquí, porque YO CREO EN DIOS! (¡cambio!) ¡Y si Dios quiere que me salve, me salvo, y si Él quiere que me ahogue, me ahogo! (¡cambio y fuera!).



Los fuertes vientos desestabilizaron al helicóptero, el mismo que casi se desploma sobre Jacobo montado en su antena de tv. Tuvieron que remontar a lo alto con la camilla de acero colgando, y abandonar al pío de Jacobo a la suerte, o mejor dicho, a su fe. Y las aguas arremetieron contra la antenita de TV, y Jacobo gritando "¡Nooo...!!!" fue llevado igual por la corriente oscura, destrozándole contra toda la barbaridad de cosas que la inundación llevaba a cuestas...
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Una música maravillosa invadía el Cielo. Legiones de ángeles volaban al encuentro del nuevo grupo de creyentes que se incorporaba al Reino de Dios, y muchas luces irradiadas desde el Trono del Señor servían de camino hacia Él desde la entrada. Uno por uno aquellos que estuvieron recientemente sobre la Tierra entraron en contemplación para adorarle, y su santa mano tocaba sus espíritus, y su voz sin sonido les hablaba y bendecía en señal de bienvenida.



Así también llegó Jacobo quien, a pesar de toda su emoción por la gloria que le recibía, manifestaba tristeza, pesadumbre, desconcierto... sentimientos no frecuentes estando a los pies del Señor, en pleno Cielo.



- JACOBO... - le llamó el Señor - acércate hijo mío a darte mis bendiciones para gozar de la gloria eterna a mi lado...



Jacobo se acercó, pero no pudo quedarse callado. Antes de decir nada, el Señor habló.



- JACOBO... ¿por qué esa extraña tristeza? ¿No estás ahora cierto en que cumplí mi promesa contigo de que ganarías el Cielo sobre la Tierra por creer y vivir por mí?



- Sí, mi Señor, y mi alegría al ver que mi fe en Tí vió tu promesa cumplida, también es infinita, pero...



- ¿Pero qué, Jacobo...?



- Es queee... Señor, con todo lo que te amo y te amé desde siempre... ¡clamé por tí, pedí tu ayuda, Señor! ¡Invoqué tu Santo Nombre y al Espíritu Santo para ser salvado, confié en Tí Señor!... ¿Qué fue lo que hice mal? ¿Por qué dejaste que me ahogara sin respuesta alguna, mi Señor?



Entonces Dios levantó a Jacobo en su mano, y le respondió...



- JACOBO... ¡Dos veces te envié una lancha Zodiac, y una el helicóptero! ¿Quién de los dos fue el que no respondió??

CUENTACUENTOS: HISTORIAS QUE NO SON DE MI AUTORÍA (Parte 2)


EL SALVADOR DE ESTRELLAS

(Recreación del cuento "Starfish Story", de Loren Eiseley, por Danilo Gutiérrez Baella, año 2009)



La playa era inmensa, y el viejo Sabio la recorría casi sin pisar la arena elevado en sus múltiples pensamientos, cálculos aritméticos, reflexiones filosóficas, dicernimientos sobre el bien y el mal... Su cerebro no paraba de trabajar, y creaba nuevas teorías sobre todo lo que el hombre, el mundo y el universo al que pertenece conjuga, produce y destruye para renovarse infinítamente...


Fue entonces que lo vió; a muchos metros por delante una figura grácil y delgada parecía danzar sobre la orilla del mar, yendo y viniendo de sus olas, saltando y corriendo otra vez. Al acercarse más, el viejo Sabio se dió cuenta que se trataba de un joven no mayor de 15 años, quien con premura se agachaba a recoger Estrellas de Mar varadas en la arena húmeda, y una por una la lanzaba con fuerza hacia el océano. Cada vez que el joven terminaba de realizar su acción, daba un salto de alegría, volviendo a la orilla húmeda a recoger otra Estrella de Mar, y otra, y otra más.


Entonces el viejo Sabio no reprimió su curiosidad, y preguntó:


- ¿A qué juegas, jovencito?


El muchacho no demoró en contestar:


- No es ningún juego, buen señor. He decidido salvar de una muerte terrible a estas Estrellas de Mar, pues al aumentar el calor del día se deshidratarán sin remedio. Las lanzo al mar, y les devuelvo a la vida...


- Pero muchacho... - el viejo Sabio le hablaba esta vez moviendo su cabeza de lado a lado, en una mezcla de condescencia y reproche al mismo tiempo - ¡No seas iluso! ¿Sabes que sólo en la inmensidad de esta playa hay 4,236 Estrellas varadas por el mar? ¿A quién le importará que mueran unas cuántas deshidratadas por el sol?


El joven se detuvo de pronto, y miró fijamente a los ojos del anciano que así le hablaba. Luego andó lentamente hacia un lado, se agachó y recogió otra Estrella, y con mucho impulsó la arrojó al mar. Entonces volvió donde el Sabio, y le gritó:


- ¡A ELLA SÍ LE IMPORTÓ!


El Sabio dió un respingo involuntario, y luego golpeó su bastón contra la arena, procediendo a retirarse por donde vino, ofuscado, ofendido por la respuesta insolente del muchacho.


Así pasaron las horas, llegó la noche, y el nuevo día volvió a brillar lleno de brisas frescas y suaves neblinas. El joven salvador de Estrellas de Mar volvió aparecer sobre la orilla de la playa a repetir sus acciones, recogiéndolas y lanzándolas al océano. Sorpresívamente vió aparecer de nuevo al viejo Sabio, y nació recelo en él al verlo acercarse a paso firme, apoyándose en su bastón.


- ¡Muchacho! - le dijo con fuerza - ¡Es demasiado trabajo para tí! ¡Déjame ayudarte!


Durante horas el joven y el anciano danzaron sobre la arena húmeda el baile más hermoso de la Tierra: el baile de la vida y del amor, salvando Estrellas de Mar, salvando sus propias vidas...




CUENTACUENTOS: HISTORIAS QUE NO SON DE MI AUTORÍA (Parte 1)


PICAPEDREROS

(Anónimo recopilado y recreado por Danilo Gutiérrez Baella, año 2009)


Caminaba el viejo Sabio, y acompañando los pasos que daba por el sendero de la alta montaña se iba acercando a un fuerte repicar. Eran sonidos metálicos juntos, intercalados, acelerados a veces, y espaciados otros, propios del mazo y del pico más tenaz que golpeaban contra la dureza de la roca. El eco de los golpes hacía coro impresionante en los blanquecinos flancos andinos que descendían hasta el valle. El sol desparramaba hirvientes rayos dorados sobre el polvo muerto del sendero, sobre los lejanos sembríos de maíz en el valle, sobre las frescas aguas descendiendo en el río.


Un recodo al pié del abismo, una curva amplia en el sendero, y recorriéndola de manera interminable el viejo Sabio pudo ver con claridad la enorme cantera de paredes blancas escondida tras la montaña, motivo del desorden sonoro. Treinta hombres semidesnudos, sudorosos, dorados por el intenso sol, levantaban sus picos contra la roca. Otros diez tallaban a pulso con mazo y martillo los enormes trozos desmontados. Parte de ellos utilizaba grandes palancas para desplazar las rocas partidas sobre una gran plataforma, la misma que trasladaba la carga a otros dos picapedreros que daban formas cúbicas, cilíndricas y planas al material. El Sabio observó la fineza de la obra culminada a manos de estos escultores, y no pudo reprimir su admiración al encontrar tanto arte entre tan rudas condiciones de trabajo.


El Sabio siguió andando, y llegó por fin a situarse a escasos metros de estos dos últimos esforzados picapedreros, surgiendo de inmediato una incógnita en su mente necesaria de resolver. Esperó que uno de ellos soltara el mazo y el cincel, y elevara un balde lleno de agua fresca para lanzarla sobre su cuerpo lleno de polvo blanco y sudor. Le vió jadeante, con ceño fruncido por el sol implacable, y con la mirada perdida sobre el horizonte verde que marcaba el valle situado allá abajo, a sus pies. Entonces el viejo Sabio le habló a aquel hombre preguntándole:


- Dígame amigo... ¿Qué hace usted a la mitad del camino, tostándose bajo este terrible sol?


El picapedrero levantó hacia él la cabeza recrudeciendo el gesto fruncido, y lanzó una mirada llena de furor y desesperación.


- Se burla usted de mí, ¿verdad? ¿Es que no ve que ando martillando rocas para ganarme la vida, tragándome todo este polvo, por sólo cuatro monedas y un miserable plato de comida al día? ¿Qué quiere usted de mí, eh? ¡Lárguese de mi vista, y no me vuelva a molestar!


Dicho esto, el picapedrero levantó una piedra con la mano, e hizo ademán reprimido de lanzarla contra el viejo Sabio, quien no tuvo más opción que retirarse y evaluar por su propia seguridad si debía continuar con su intención de resolver su incógnita. Unos segundos después, decidido, caminó al segundo hombre que no había dejado de golpear y cincelar la roca en ningún momento. Entonces preguntó:


- Le interrumpo un momento... Dígame, ¿Qué hace usted a medio camino, tostándose bajo este terrible sol?


El segundo picapedrero logró escuchar la pregunta del viejo Sabio sin detener su repicar. Luego, bajando los brazos, soltó las herramientas, y los volvió a levantar con actitud triunfal, enfrentando el rostro al sol.


- ¡CONSTRUYO UNA CATEDRAL! - gritó con júbilo, manteniendo su sonrisa, chorreando de sudor...


El viejo Sabio, esta vez caminando descalzo por la ribera del río, siguió meditando en las respuestas de los dos picapedreros... ¡tan humanas ambas! Pero a la vez tan diferentes cuando la conciencia sobre Dios y su universo inunda el espíritu del hombre, enfrentándolo a todo, no temiéndole a nada, no huyéndole a nada, olvidando el dolor y cualquier sufrimiento al reemplazarlo todo con Su amor...

lunes, 16 de noviembre de 2009

EL SEÑOR ES MI PASTOR...


Unas breves líneas que perduran en el tiempo, rompen nuestros esquemas de violencia y afán absurdo, y nos hace mirar hacia una paz infinita que se pierde en la eternidad...
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
En lugares de delicados pastos
me hará descansar,
junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma.
Me guiará por sendas de justicia por amor
de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo;
tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Aderezas mesa delante de mí
en presencia de mis angustiadores;
unges mi cabeza con aceite;
mi copa está rebosando.
Ciertamente, el bien y la misericordia
me seguirán todos los días de mi vida,
y en la casa del Señor moraré por largos días.
Salmos 23 1:6

jueves, 29 de octubre de 2009

FIFTH AVENUE A LA CREOLE...

Hace un momento he regresado de caminar por el Centro Monumental del Cercado de Lima. Para variar, un bolondrón de congestiones y desorden digno del análisis y actualización urbanística de la que nos habla en mil formas ingeniosas nuestro amigo Pepe Orrego (Arquitecto, amigo y miembro de mi promoción XLVI del Colegio Champagnat). Es verdad que hay quienes, sin trabajar forzosamente en el centro mismo de Lima Cuadrada, disfrutamos más de lo cotidiano al andar. La Plaza Mayor, bella, pacífica e imponente, contrasta un poco más allá con el bullero mercachifle caminante que va poblando Lima otra vez, con el personaje anónimo, ansioso y encorbatado que se desplaza hacia un punto perdido de la gran urbe y desaparece, con los microbuses contaminantes que más atropellan que recogen a cientos de desesperados esquineros, con las interminables transformaciones de clásicas avenidas como España, Emancipación y más.
Pasé por la Plaza San Martín, y encontré una novedad: un grupo de artistas de diverso estilo ha expresado su intención de relacionar esta cotidianeidad del parroquiano de Lima con sus monumentos e historia. Por ejemplo, uno de ellos ha edificado una serie de plataformas en dos niveles alrededor del monumento al Gral. Don José de San Martín. De esta forma, quienes aún levantaban la cabeza para ver los detalles de las suelas de las botas del Generalísimo, podrán disfrutar de la única experiencia de ubicarse face to face con él, y ver el entorno monumental a su misma altura, así como los detalles artísticos de la estatua en sí, y su relación proporcional a la figura humana del visitante. La muestra se titula YO Y SAN MARTÍN (lo de "yo" por delante obviamente es adrede, por la relevancia del transeúnte común que le da vida al entorno monumental, y a la intención de dárselo a saber).
Otra artista ha revestido el antiguo y abandonado Teatro Colón con una suerte de rompecabezas cúbicos de papel que se sacuden al viento, y que muestran en gris, blanco y negro el frontis del edificio a tamaño natural, pero movido hacia la izquierda. Esta muestra se titula FOTO MOVIDA, y sugiere una revisión del estado actual de dicho inmueble, su muda presencia sin acción en la vorágine capitalina, y un llamado al estilo "¡Hey, aquí estoy!" para los miles de paseantes que ni se fijan en el. Por otro lado y en una fecha específica participarán todos los que puedan tomarse una foto con celular de sí mismos con el fondo del antiguo edificio de la Compañía Peruana de Teléfonos y remitirla por MSN a una dirección institucional. Posteriormente se elegirá entre ellas la que será sometida a una ampliación monumental para colocarse de fachada en el edificio en cuestión.
Luego de esta breve pausa, seguí mi ruta por la avenida Nicolás de Piérola (ex Colmena), en la cual también están levantando breas y aceras para darle mejores vistas. Mientras caminaba inspirado por la Lima vieja y menos vieja en franca reforma, no pude dejar de observar caducos establecimientos clausurados dedicados a fomentar el meretricio, y alguno por ahí salvando aún la licencia, y decidí volar imaginariamente a diez metros por encima de mi posición para observar a una Lima que no termina de irse, pero que se irá irremediablemente, transformándose y desdibujándose una y otra vez, dejando paso a una mixtura de generaciones multiculturales que posiblemente terminen convirtiendo a estas avenidas en lo mismo que hoy son: espacios en los que no se duerme, en reflejos telúricos y alienados por el estilo de orbes palpitantes y devoradoras donde el arte, la arquitectura, el tráfico vehicular, el turismo en todos sus estilos, el negocio en tiempo real y la mendicidad se seguirán dando la mano pero con una piel diferente, quizás más curtida, menos personal.

lunes, 19 de octubre de 2009

TRES VIDEOS DEL SATCHMO DE MIRAFLORES

Esto es una pequeña prueba de valor dentro de las publicaciones en mi blog.


Adjunto los links de los tres primeros videos colgados en Youtube cariñosamente editados por mi hermana Vicky, y que corresponden a mi presentación en el Satchmo Café - Concert de Miraflores, Lima el pasado 3 de julio. Aseguran los testigos más cercanos que lo que aquí se reproducirá se distorsiona con la saturación en el micrófono de la cámara, y no refleja necesariamente la calidad de la presentación en vivo como ellos lo apreciaron... En todo caso, si repitiera la experiencia, les invito a comprobarlo.

Aquí van:


Danilo Fernando canta Chabuca Limeña
http://www.youtube.com/watch?v=Rswv79QxRHM

Danilo Fernando canta Vivo por Ella
http://www.youtube.com/watch?v=xGTbH1wYBsw

Danilo Fernando canta Unchained Melody (Ghost)
http://www.youtube.com/watch?v=3DQQOEZUhRM

lunes, 6 de julio de 2009

SI UNO ENTRE MIL ENTENDIÓ TU MENSAJE, ESE TE HARÁ MAESTRO


Un pequeño homenaje para los Maestros y Amigos que acompañan nuestras vidas...



Aquellos que se esforzaron e hicieron de la enseñanza su profesión, y su forma total de vida...



Para aquellos que aplican día a día sus experiencias en los que empiezan su camino, con pasión, integridad y convicción...



Para aquellos que nunca se les llamó maestros, pero en cada acción de su vida nunca guardaron nada para sí, todo lo compartieron, todo lo enseñaron, todo lo dieron confiando en un mundo mejor...



Para todos ellos, valerosos seres visionarios que trabajan y viven con amor hacia el prójimo, jóvenes y adultos de toda edad...



¡FELIZ DÍA, MAESTRO!


Con mucho cariño,


Danilo

viernes, 26 de junio de 2009

ADIOS MJ, McJACK, MICHAEL...

Querido Eugenio:

Antes de leer otras respuestas, me apuro a sumar alguna anécdota curiosa relacionada a la innegable presencia de un genio cultural como lo fue el malogrado MJ en nuestras vidas de adolescente. Antes también debo contarte que ayer viajando en un microbús de la línea Villa María - Chorrillos, medio dormido por el vaivén y la hora tardía, escuché accidentalmente una conversación de la radio del chofer entre dos personas que decían: "el que diga que no ha escuchado o visto alguna vez a MJ, definitivamente, no ha vivido...". Hasta ahí sólo relacioné ese comentario con mi claro acuerdo mental a su propuesta, pero en total desconocimiento con la noticia que la motivaba: MJ había muerto en L.A. a causa de un paro cardíaco y/o respiratorio. Me lo dijo mi esposa al llegar a casa, y te aseguro que, como venía ya con amarga sensación de la fatal noticia del asesinato de Alicia Delgado y el tristemente esperado deceso del "ángel" Farrah Fawcett, la noticia de la partida de MJ me cayó como un porrazo sorpresivo más sobre una zona anestesiada.

Horas más tarde, ya en cama y con la tv prendida, esa anestesia recién cesó en su efecto, y con Mónica sólo sabíamos expresar viendo las repetidas imágines del Rey del Pop en Thriller: "No puedo creerlo... no puede ser...". Irracionales comentarios revestidos de nostalgia, porque la vida es así, y así seguirá siendo. Sin embargo, al iniciar esta mañana mis actividades leyendo tus palabras, deseo compartir contigo (y con todos ustedes) este curioso episodio de mi vida, allá por el año 1984...

Dentro de las actividades programadas para la Agrupación Coral Contrapunto, coro profesional que tuve el honor de integrar como tenor por varios años, estaba la de acceder a la invitación del Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA) para celebrar con nuestra presencia la Inauguración de la Primera Feria del Libro en Iquitos. Nuestro repertorio incluía música del Renacimiento, Barroca, Contemporánea, Latinoamericana y Peruana. Al descender del avión fuimos recibidos por las cámaras de TV local y de Panamericana Televisión, lo cual anticipó la importancia que para la población tenía el que una agrupación de cantantes de Lima como la nuestra se sumara a las actividades centrales del CETA en esa semana.

Hubo muchas actividades organizadas para agasajarnos, a la par de nuestras presentaciones parciales previas al Concierto Central en la Iglesia Matriz de acuerdo a la agenda institucional. Una de ellas fue el paseo en un buque pluvial de la Marina de Guerra sobre el río Amazonas con almuerzo incluído. En algún momento del paseo, nosotros, cantantes que interpretamos a compositores como Bach, Mozart, Haendel, Palestrina, músicos centenarios del mundo occidental, así como también a peruanos como Valcárcel, Iturriaga, Alomía Robles, Sas, etc.junto a las inspiraciones de los artistas latinoamericanos de toda región... Nosotros, coreutas "serios" ante nuestros seguidores, sucumbimos a las notas rítmicas que los parlantes del buque empezaron a emitir. En forma sucesiva, los vecinos de las riberas del gran Amazonas tuvieron la oportunidad de ver a 30 loquitos de toda edad bailando algo llamado "Thriller" y "Beat it" sobre la cubierta del barco guiados por una de las integrantes más jóvenes del coro, con la música a todo volumen y con la asistencia, risas y aplausos del grupo de marinos a cargo de nuestra recepción. Definitivamente, un show inesperado para ellos... y para nosotros mismos.

¿Qué te parece, Eugenio? Esa era la magia de MJ, a todo nivel socio cultural, económico, y racial. Él simplemente revolucionó las vidas de todos los que, queriendo o no queriendo, llegaron a saber de él y de su música.

Y aquí termino. Un fuerte abrazo, y a seguir viviendo la vida con todo aquello que le da color y emociones actuales y nostálgicas en la eterna búsqueda de nuestra felicidad.

Dany

--- El vie 26-jun-09, Eugenio D'Medina Lora escribió:

Hola Mario.


Hace casi exactamente treinta años, como por estos meses, saliendo de una jornada del campeonato de ajedrez de ADECORE, en que estuvimos ambos representando al Champagnat - me parece que con alguien más, no se si con Figlio o Montenegro - nos quedamos en una camioneta tipo combi que nos trasladaba al colegio de regreso. Y tu me dijiste algo así: "¿Te vacila esta canción?" refiriéndote a una música que tocaban en Radio Panamericana u 1160, no recuerdo bien. Y yo te dije, en esas épocas en que sólo escuchaba a Los Beatles o a Deep Purple o a Super Tramp o a Yes, que no conocía esa música.
"Es Michael Jackson" me dijiste. Y añadiste: "Ese pata es un mostro. ¿No lo has escuchado?".
Era esa canción en que salía en un video con un terno negro, camisa blanca y corbata michi, con un precario fondo de efectos de luces que parecían de discoteca tipo Arizona Colt o La Monela que rayaban a fines de los setenta. Y efectivamente, no lo había escuchado.


Esa fue la primera vez. Hace pocas horas ha muerto Michael Jackson. Mejor dicho, ha fallecido,porque tipos como él, con esa trascendencia, no se mueren. Sólo fallecen, pero viven por siempre. Jackson fue los ochenta, junto con Madonna, sin duda. Aunque siempre me sentí ligado emocionalmente a la década de los sesenta, y en cercana medida a la de los setenta, la realidad es que la década que empecé a vivir en plenitud fue la de los ochenta. Con el paso del tiempo, y la partida de algunos referentes, me doy cuenta de lo importante que fue también esa década por todos los cambios que supuso en el mundo,aunque a nosotros los jóvenes peruanos de ese entonces, se nos negara tanto por la debacle en que se sumó al país por los procesos políticos de entonces que ya conocemos.
Faltaría el respeto a un artista de su enorme dimensión, decir que fui de sus fans. Para mí, nada comparable a la partida dramática de Lennon. Y en música, si bien me gustaba la música de Jackson, no compré jamás un disco deél y siempre preferí al rock que al pop. Ya instalado en los ochenta, lo mío era Rush, Genesis, AC DC y Van Halen. O ya, si quería algo soft, hablábamos de Bruce Springsteen, Rick Springfield, John Cougar o Billy Joel. Pero Jackson era genial, sin duda. Y lo que marcó particularmente de 1979 a 1985, fue a mi juicio, una producción que marcó surcos imborrables en la historiade la música. Eran las melodías de las fiestas del quinto de media y de los primeros años de la Católica, las canciones que había que bailar de todas maneras, desde "Billy Jean" a "Thriller". Las que se tenían que poner en los viejos KP-500 de las noches de los viernes sangrientos que excelentemente bien registrara el grupo Fragil, O cuando en 1985 convocó a la crema y nata musical de ese entonces (incluyendo a Bob Dylan, Cindy Lauper y Lionel Richie) para su maravilloso "We are the World", mi infaltable acompañante motivacional en los inolvidables y radicales días, tardes o noches que me pasaba en el viejo "Gimnasio Talavera" de Miraflores. Épocas en que estaba interesado en cosas realmente interesantes que no tenían que ver con las cosas que hoy se me quieren aparentar como serias e importantes, cuando sé que, definitivamente, no lo son. Fueron suficientes esos años, porque para los tocados por Dios, su legado se mide no por el tiempo en que realizan su obra sino por el tiempo en que ésta trasciende.
En este caso, va a trascender mucho. Y ya está Jackson en el panteón de los próceres de la cultura del siglo XX, sin duda alguna.


Cuando se muere una persona que estuvo ligada a uno en su mundo cultural,uno de alguna manera, se muere con ella. He llegado a concluir que la gente no siente las partidas, por el hecho de perder a otra gente. Llora las pérdidas porque siente que también se está yendo de alguna manera. Puede ser llamada esta postura, si se quiere, una interpretación individualista. Porque lo es. Me entere hoy a los veinte minutos del segundo tiempo del Estudiantes-Nacional en plena transmisión de Fox. Es como esos casos en que te preguntan dónde estuviste cuando mataron a Kennedy, cuando Amstrong puso su primer pie en la Luna, cuando mataron a John Lennon, cuando estalló el Challenger o cuando atacaron las Twin Towers. Ya tengo mi propia fecha y mi propio minuto. Para guardar en el archivo personal, hasta que ya no tenga más que registrar, para unirme en esa historia de recuerdos, cuando me toque sumarme a ella.


Quise compartir esto con alguien y no se me ocurrió mejor que hacerlo contigo, aunque no te vea hace miles de años y quizá pase otra pila de años más así mismo.


Le copio a otros de nuestros amigos esta nota, porque ... no sé por qué, sólo sé que debía hacerlo. En realidad, sólo necesitaba escribir.


Eugenio

sábado, 20 de junio de 2009


A PAPÁ

Por esa mano tibia que roza mi rostro al despertar, al
despedirse, al regresar...

Por ese aliento varonil del que esfuerza su vida para maravillar
la nuestra, hora a hora, día a día, casi sin descansar...

Por ese gesto adusto y preocupado por nuestras
preocupaciones, y ese empuje oportuno nacido de la sabia
experiencia de vivir, justo cuando lo necesitamos...

Por ese beso de hombre fuerte, que quiebra la imagen, y se
dobla ante el amor del hijo que reclama...

Por esos brazos que nunca estarán cansados de abrazar, ni
aún en los años invernales que restan su energía... siempre
listos, siempre allí...

Por todo su Amor, a ustedes PADRES de siempre, PADRES
de ayer y de hoy, MADRES - PADRES maravillosas, PADRES
por su actuar y su presencia en seres que necesitaron de un
PADRE de verdad, y no del que la naturaleza proveyó...

Por todos ustedes, mi reconocimiento sincero y admiración por
esa hermosa batalla en pos de la vida... en pos del AMOR.

¡Feliz Día, Papás de mi mundo!

Danilo

martes, 16 de junio de 2009

DANILO, EL CANTANTE...




DANILO FERNANDO
en
"Aunque sea sólo en sueños"
El Concierto
SATCHMO Café Concert 10 pm
Viernes 3 de julio de 2009
Av. La Paz 538, Miraflores


lunes, 8 de junio de 2009

UN NUEVO SUEÑO POR CUMPLIRSE...

Aún es difícil de creer... la ascendencia paterna en los temas del canto y el arte en general generó en mí el ferviente deseo de ser cantante, pisar los escenarios y expresar con ardor mis más íntimos sentimientos con la fuerza de mi voz. Los aplausos, las luces, la música... todo eso me rodeó en mis mejores sueños, en mis soledades juveniles, en los estallidos de canto frente a mi madre y familia, los ímpetus dentro de mi trabajo...

Canté por algunos años dentro de la Agrupación Coral Contrapunto bajo la inigualable dirección de mi hermano José Antonio, y por él también entré como coreuta y actor de fondo en el maravilloso mundo de la ópera, al lado también del gran Luis (Luigi) Alva, antiguo compañero de aventuras musicales de mi padre. Sin embargo, mi presencia como solista parecía inalcanzable, pues al poco tiempo mis inquietudes por el turismo y la hotelería me arrebataron de Lima, y por ende, de mis sueños como cantante.

Han pasado muchas aguas bajo este puente cuarentón, y hace pocos meses, enviando CV's por mail a direcciones empresariales de un conocido diario nacional, encontré un anuncio: "Si te gusta cantar, eres aficionado, y deseas probar, contáctanos...". En mi desesperación e intolerancia generado por el odioso desempleo, consideré la propuesta casi como una broma. A pesar de ello, lo hice. Y así, cuatro meses más tarde, el Pub Zipango del Boulevard de Barranco fue testigo de mi emoción al cantar en serio y por primera vez ante propios y extraños, mezclado entre otros principiantes que como yo buscaban una oportunidad.

El 3 de julio iré más en serio, y como cuando presenté mi libro, presentaré mi voz en el escenario del SATCHMO de Miraflores. El nombre de mi concierto no podía ser otro... Danilo Fernando presenta "Aunque sea sólo en sueños... El concierto".

Acompáñenme a realizar este siguiente sueño. Les espero.


viernes, 15 de mayo de 2009

MADRES DEL MUNDO...


A

MAMÁ

Reconociendo al amor...

Una sensación maravillosa que desbordó en llanto y alegría, agua y carmín...

Una explosión de ternura y calor que derivó en fiesta, irrepetible, incomparable...

Una promesa de Dios, hecha carne, hecha manos llenas de Amor...

Un beso, Madre... una señal infinita sobrecogida por tu grandeza casi divina que ilumina nuestras vidas, y nos hace con tu ejemplo creer en Dios.

Feliz Día Mamá, hoy, mañana, siempre.

jueves, 12 de febrero de 2009

POR SI LAS MOSCAS...

MOSCA

Un cuento de Danilo Gutiérrez Baella (Año 2009)


Un largo suspiro al momento de soltar el cuerpo estresado sobre los mullidos cojines del sillón. Nada como estirar los pies sobre el puff de la sala, sin zapatos, arrumado en el confortable.

Camisa abierta hasta el pecho, corbata tirada en cualquier sitio. En mi mano, el Cuba Libre deseado con harto hielito picado en vasote High Ball labrado en cristal de roca, y la infaltable rodaja verde del limón. Roncito Bacardi guardado en el bar para esos discretos engreimientos. El ventilador silencioso en punto “2” y el equipo Sony ya están prendidos. Música de Brasil, un relajante Bossa Nova en la voz de Gal Costa… ¡Ahhhhh, qué frescura!

Bebo un primer traguito de Cuba helado, y el recio frescor derrumba telarañas de sequedad y calor dentro de mi garganta. Me estremezco, ¡qué rico! Al lado, la revista sabatina que llevo tres días tratando de leer. Quedo abandonado a los textos y fotos mundanas y lujuriosas, adormecido por los suaves sonidos de la música brasilera. Samba, Samba… Bossa Nova, Calipso, sueño, paz…

¡BZZZZZZ! ¡BZZZZZZ! ¡BZZZZZZ!

Rebalsa el ron sobre el sillón al pegar el salto.

¡BZZZZZZ! ¡BZZZZZZ! ¡BZZZZZZ!


Un cosquilleo en mi cachete izquierdo, que luego salta a la punta de mi nariz. Veo dos moscas grandes que brillan con tiznes de oro y esmeralda, mezcla de tornasoles en las alas… Me doy cuenta… estoy bizco, es sólo una mosca, no dos. En estúpido reflejo reviento la revista sabatina en mi cara. El bicho vuela dejando atrás la nariz caliente, y al portador del apéndice totalmente anonadado con un trozo rasgado de la portada entre los dedos.

¡BZZZZZZ! ¡BZZZZZZ! ¡BZZZZZZ! “¡AAAARRRRGGGGHHH! ¡Está en mi orejaaaaaa!” Y un “¡Plafff!” otra vez con la mano y el papel couché arrugado dentro de un puño. Quedo medio sordo, y suelto maldiciones que sólo escucha mi oído izquierdo. Mareado por este golpe, tropiezo con mi precioso High Ball de cristal que cae y se hace trizas sobre el piso cerámico. El clic - clic - clic de los vidrios bajo mis suelas se mezcla con un glub - glub que se pega y resbala. Ahí está el Cuba Libre convertido en un mar oscuro sobre el cual corren los hielitos como dos icebergs antárticos entre brillos de cristal, y la rodajita de limón verde como reflejo extraño de un sol inexistente.

Boquiabierto, adolorido por dos frentes de mi cabeza caliente, observo estupefacto al insecto causante del desastre posarse sobre la rodaja de limón. Pienso: “Encima te tomas mi Cuba… ¡Maldita!”. Levanto el pié para aplastar al bicho, piso el hielo, resbalo y vuelo por unos segundos al lado de la criatura peluda. Sus dos ojos ocelos fragmentados parecen achinarse de risa (odiosa persiana voladora…) al verme caer de espalda contra el suelo frío y mojado. Alfileres de fakir helados, esquirlas del cristal High Ball clavándose presurosos en mis carnes sin misericordia alguna.


Contra el piso cerámico, boca abierta hacia arriba, y aún mareado por el porrazo de ochenta y tantos kilos acrobáticos en caída libre, abro los ojos entre nubes. Todo da vueltas, también el insecto a diez centímetros de mi nariz, con claras intenciones de volverse a posar. “Paciencia”, me digo. “Debo esperar, aguantar, y pensar.” Gal Costa interpreta ahora “A Garota de Ipanema” mientras la mosca, al son de Bossa Nova, hace círculos lentos zumbantes en un perfecto espiral estirando las patas peludas, posándolas en puntitas asquerosas sobre mi nariz chorreante de sudor.

Cosquilleo insoportable, visión monstruosa a milímetros, y una inmediata evocación mental a la sabiduría de Ghandi me hacen reflexionar.

“Aguanta… a-guan-taaa…”. La mosca se pasea por mi cara con absoluta tranquilidad, dueña del terreno. Camina por mis mejillas, avanza hacia mi ojo derecho (¡horror!). Cambia su recorrido, y sube la ladera hacia una aleta de mi nariz. Asqueado, distingo el tubito negro de la lengua que brota como un rayo repetido de su horrorosa cabeza y saborea mi piel, mezcla de sal y Coca Cola. Levanto mis brazos con mucha lentitud, sin respirar, acalambrado, evitando una mueca de repugnancia…

“¡Tooooomaaaaaaaa!” Mis manos aplauden atrapando al moscón, sin aplastar al bicho ni a mi nariz. La pelota peluda que llegó a elevar su cuerpo en intento de fuga, rebota ahora zumbante y desesperada entre mis palmas. Allí estoy, tendido de espalda en el piso helado, ardiente en mis carnes, y mojado, con las manos juntas elevadas sobre el pecho como en devota oración, soltando una carcajada nerviosa y triunfante.

Luego quedo en silencio. Noto que la mosca también se detiene en su cárcel de piel, expectante. “¿Y ahora? ¿Cómo me incorporo sin manos? ¡Ufff!”.

"¡Pero no te vas a escapar, desgraciada!”, grito sacudiendo el globo de dedos trenzados, alborotando sin piedad al horrendo animal. Sin duda la única forma es apelar a mis dormidas almohadillas abdominales, y en supremo esfuerzo, tratar primero de sentarme para doblar hacia adentro una de mis piernas, y recordar cuán ligero era de niño, sin columna tiesa que impida sentarme.

Intento una vez… crujen mis costillas arrejuntadas contra la columna vertebral, y caigo con sonoro nucazo en el cerámico. Flexiono mis piernas, y acalambro mi espalda. “No importa”, me digo sufriendo. Exhalo todo el aire, y le doy hacia delante pegando mi pecho contra las rodillas, reventando el flotador cuarentón de mi cintura… Caigo de costado (vuelvo a ser feto), y apoyando mis manos juntas con fuerza contra el piso, ejerzo una perfecta palanca que me ayuda a ponerme de rodillas, e incorporarme pesadamente sin desprender los dedos entrelazados.

“No se mueve”, percibo al recobrar el aliento. Sacudo mis manos, y nada. “No… ¡la aplasté! Pucha…”, suelto en voz alta con cierta amargura, con decepción de no cumplir la proeza en forma impecable, y hasta un apagado arrepentimiento. “Pero… ¡qué michi! La maté y punto al torcerme en el suelo. ¿Cómo estarán mis manos? ¿Habrá revent…? ¡Nooo, puajjjj!”.

Decido comprobar el estado del animal, y entre abro mis dedos. “¿Dónde está?” Abro un poco más, un tanto más… ¡no lo veo!

Aún mantengo las dos palmas extendidas, cuando la mosca aparece rodeando mi dedo medio desde atrás hacia arriba, saliendo audaz de su precario escondite. Vuelve a lamer mi piel con su tubito negro en un segundo, y en el siguiente vuela hacia mis ojos con renovada agilidad.

Primero me tapo los ojos, me agacho con torpe temor, pero de nada sirve. El ZZZZZZZZ ZZZZZZZ ZZZZZZ gira por mis oídos con furia, esquivando mis manotazos y aspavientos descontrolados. Retrocedo sobre el charco alcohólico, resbalo, y la música de Gal Costa con su “A garota de Ipanema” se aplasta con estrépito entre el piso cerámico y mi espalda. ¡Crash! ¡Plink! ¡Crick!

“¡Mi Sony!”

Una histeria asesina me invade al levantarme, y observo la mota negra afirmada primero en mi pecho abierto, y salir disparada al instante hacia un lugar más seguro. Con mis cuatro pelos en punta, chorreando rabia y licor, arremeto con el cojín redondo de mi puff contra el aire donde la mosca se enseñorea como el Barón Rojo en plena balacera. Corro y salto sobre mi sillón, me tiro de bruces contra la alfombra, doy suelazos a la puerta de vidrio que separa la sala del jardín, doy un manotazo sobre la botella de Bacardi que yace encima del bar (otro ¡CRASH!, y más vidrios por doquier). Excitado, arrítmico, bufando y sudando, abro la boca sin pensar… La mosca aparece de la nada e ingresa directo a la garganta, vibrante sobre mi lengua, antes de sumergirse en mi laringe y esófago.

Me ahogo, me atoro; no hay aire, sólo asfixia y deseos de vomitar. Una sensación de horrible llenura invade mi estómago, y duele, duele mucho. Siento que, como un tubo enorme, sube otra vez por mi esófago, me ensancha todo queriendo salir, deseando que yo explote. Llega a mi paladar, amargo, fétido, resbaloso y meloso. Toca mi lengua y mis labios, ya me muero de dolor, sin oxígeno. Salen dos enormes patas negras como brazos peludos que se estiran y doblan para apoyarse en mi pecho, mientras el resto del cuerpo del insecto sigue pujando por salir, y…

“¡Papá, Papá!”. La voz de Diego me hace reaccionar. Me encuentro gritando sin voz, ahogado por la sangre que aún llena mi boca. Abro mis ojos con miedo, temiendo ver al horrible monstruo alado detrás de mi hijo.

“Papi, tranquilo, ya te están llevando a la clínica Ricardo Palma… estamos en la ambulancia, tranquilo papá, vas a estar bien.” Un enorme tubo respirador parece salir de mi boca, aunque sólo alcanzo a ver los bordes de la mascarilla que bloquean parcialmente la vista. Miro fijamente a Dieguito, requiero una respuesta urgente a esto que sucede y no entiendo.

Parece entender mis cejas arqueadas y mis ojos saliendo de las órbitas. “Papi, regresaste del trabajo, entraste a la casa, y parece que te quedaste dormido tomándote un trago por los vidrios y líquidos que te rodeaban cuando te encontramos. Acaba de ocurrir un terremotazo, papá, se ha caído el sur del país, y también el viejo librero colgante que estaba a tu espalda. Se desprendió y te cayó encima. Has estado inconsciente, aplastado debajo de tus colecciones, y… asfixiándote papi. Te juro que ha sido un alivio para mí que reacciones aquí, en la ambulancia. Los paramédicos y bomberos, luego de sacarte todo de encima, sugirieron que podrías haber quedado con alguna lesión cerebral por los golpes y la falta prolongada de oxígeno. Pero aquí estás conmigo y con los señores, seguro que estás bien y me comprendes todo lo que digo, ¿verdad?”.

Aún estoy aturdido, pero también aterrado al escuchar a Dieguito presentarme a mi salvador: un enorme paramédico de raza morena, lentes oscuros, grandes mostachos bajo sus también prominentes fosas nasales, y una bemba carnosa como para poner en parrilla, me había aplicado el “RSP” incluyendo la respiración boca a boca, antes de insertarme el tubo respiratorio y la mascarilla.


“Se apellida Moscoso, papi, y le he ofrecido le invitarás uno de tus famosos Cubas Libres apenas te recuperes…”.


Mientras el buen Moscoso me enseña una blanquísima dentadura con claro aliento a menta, un moscardón revolotea y se traba en su tupida cabellera de culantrillo negro.