miércoles, 20 de enero de 2010

OH, MY JOGGING!

Una crónica de Danilo F. Gutiérrez Baella (Año 2010)




Mi madre siempre reía cuando le anunciaba con cierta pompa que saldría a correr temprano por la mañana. En estos días de fuerte verano, las lluvias a goterones que acompañan algunas madrugadas me hicieron desistir, pues los charcos prometían una resbalada de campeonato olímpico con embarrada gimnástica en doble mortal inverso y caía en cúbito ventral a la dura acera.

Sin embargo, hoy amaneció con un sol esplendoroso, y a las 6 de la mañana emprendí la ruta breve de dos cuadras hasta el borde mismo del Malecón Cisneros, frente al mar y una bruma maravillosa que empezaba a colar dorados rayos entre los edificios, los árboles y la gente que entraba y salía de la niebla. Me llamó poderosamente la atención ver a esa hora tan temprana que el mar de la playa Punta Roquitas se encontraba "crow", mejor dicho, repleta de surfistas en el mismo Point, 100 metros más abajo... ¿Me entiendes, mi Bro?

"Ya estaré yo también en esas andanzas cuando domine la Long Board...", pensé con optimismo, y volví a lo que vine a hacer.

Decidí replicar los ejercicios de estiramiento y calentamiento del surfer, ya que consideré que hoy sólo daría importancia a la respiración rítmica con un paso andante, relatívamente ligero. Quedé quieto en posición recta y vertical, alcé los brazos atados por las manos estirándolos al máximo sobre mi cabeza, para luego iniciar el proceso de relajamiento del cuello, hombros, dorsales y brazos, cintura, muslos y pantorrillas (¡auch!), rodillas, tobillos... Terminado (y totalmente "estirado"), empecé mi caminata rítmica con rumbo norte sobre la senda del malecón, entreverándome con ese otro "mar" en la tierra, aquel que forma la marea humana matutina con la que empecé a interactuar.

Es grato pertenecer a una comunidad, aunque siempre se sentirá extraño acceder a ella por primera vez. Lo digo en sentido figurado, claro está, pues mis andanzas de mozo deportivo, ya lo saben, se detuvieron hace más de 25 años. Digamos que nunca dejé de pertenecer a ella, que sólo tomé un breve - larguísimo descanso. Pero ahora son otros rostros con cuerpo aligerado y otras vestimentas las que los cubren, más fresh, más cool... La mayoría de las damas andan con gorrita semi tennis, lentes oscuros, polito gris de tiras con sostencitos neumáticos en copa, y short en "v" delineando figuras. También los varones con el polo sudado, algunos llevándolo en la mano luciendo "casuales" los pectorales brillantes saltando a cada paso, bermuda casi a la rodilla... ambos sexos, en su mayoría, con dos auriculares instalados en los oídos saliendo de un ipod o de un celular en mano, o sujetos con una banda "pega - pega" sobre el bícep derecho o izquierdo. Lo digo otra vez: Cooool!

Mientras uno corre o camina, siendo observador, puedes dedicarte a adivinar lo que cada rostro esconde tras la rigidez de la acción. Están los ejecutivos, aquellos cuyos cafés ya se encuentran esperando calientes en el kitchenet de sus depas y todos lo saben, y las actividades agendadas en el Blackberry sonando interminables durante el resto del día, como alarmas anunciando que "ellos siempre están". Están los eternos competidores de maratón, con sus polos de color numerados con patrocinadores diversos, y sus rostros colorados resignados al límite. Están los "perseguidos", aquellos que denotan desesperación y angustia irrefrenable, rostros contraídos, ojos extraviados, bocas semi abiertas, y una jauría invisible atrás que dará el mordisco en las posaderas si llegaran a parar. Están las amas de casa, que van en pareja, cotorreando más que corriendo, hablando de cocina y de los chicos, descompasadas, casi obligadas a correr... ¿por quién? Están los adultos - mayores, aquellos que van solitos o acompañaditos caminando a buen paso, serenos, con toda la vida por delante, y un periódico en la mano...

Pero la raza humana no es la única que corre intercalada por las aceras deportivas del malecón; miembros del clan canino diversificados en Poodles, Labradores, Chiguaguas, Afganos, Bull Dogs, Dálmatas y por ahí un Welsh Terrier participan en sus propios ritmos de los afanes de sus dueños, con o sin correas, saltando y agitando sus lenguas chorreantes sin perturbar el trote de los demás. Ellos son parte del paisaje urbano, y se pierden de cuándo en vez, y de vez en cuándo para reencontrarse con sus amos varios metros más arriba, inmutables, recontra fieles y seguros, salivando con sabor a mar.

Y así trotando y caminando, voy también retornando para comprar el pan. Entre la niebla se extiende el dorado solar, maravilloso contraste de bruma costera y palmera, y suave rocío con matices frescos sobre las mejillas calenturientas repletas de sudor.

Una mañana más, y un andar acompasado que desaparece en la vorágine citadina que ya ruge al despertar...









domingo, 10 de enero de 2010

MI RETORNO AL MAR (Parte 2)

Por
Danilo Gutiérrez Baella
Sábado 9 de enero de 2010

En la crónica anterior prometí hablar de una nueva aventura sobre una tabla Long Board, pero el Señor nos ha guardado recién hasta hoy (una semana después...) para regresar al mar.

Esta aventura no tendría mucho de diferente, ya que no llegué a subir a la anhelada Long Board. Sin embargo, la historia se vuelve más interesante hoy, pues se desarrolla en una nueva playa para este humilde escritor: Punta Roquitas.

Punta Roquitas se encuentra más al norte de Makaha. Siendo miraflorino playero, antiguo corredor de la nostálgicas "Pitty Tabla" treinta años atrás, tengo que confesar que jamás había corrido olas en otras playas que no fueran Makaha y La Herradura de la Costa Verde, aparte de las lejanas del sur en los hermosos y frecuentes paseos familiares en nuestro Ford Galaxy 500 del 64'. Punta Roquitas, realmente, es otra experiencia.

Llegamos con mi hermana Vycky y su cámara fotográfica Sony, desembarcando de un taxi confiable en el que también estaban mis padres, listos para iniciar un recorrido relajante por todo el circuito de playas desde Miraflores hasta Chorrillos. Allí, al pie de la pista, estaba la Cherokee color guinda de mi Hermano Zelmar, con él casi listo para ingresar y esperándonos. Nos despedimos de mis lindos viejitos, y mochila al hombro re - edité, esta nueva "Aventura del mar", como dice la bella canción del argentino Diego Torres.

Mientras mi hermana se recreaba tomándonos fotos en los calentamientos previos de ingreso al mar, Zelmar me orientaba con respecto a las corrientes de esta playa, y al tamaño de sus olas. Definitívamente, no sería una "Makaha", sino un siguiente paso a las ligas menores - mayores del surf en esta parte de la costa peruana. Olas en promedio de metro y medio de altura hoy día, que andaba un poco bajo, y de hasta tres metros en tiempos en que crece el mar. Ya preparados, nos dispusimos a orar en agradecimiento al Señor por la bendición del hermoso día de sol que nos regalaba, pidiéndole nos lleve de su mano para disfrutar del mar y sus encantos surferos. Pacificados, descendimos felices por el talud de piedras de la orilla con nuestras tablas a cuestas.

Esta vez no pude ir a la misma velocidad de Zelmar. Una inercia me acompañaba y me agotaba en busca de esa primera ola especial que correría en Punta Roquitas, mi estreno total como surfer en ese mar tan diferente. Espumas revoltosas pasaban una y otra vez sobre mí, y yo braceaba con firmeza y pataleaba tratando de remontar. Pero no, y así pasaron por lo menos veinte minutos cercanos a la orilla, orientado por una corriente pujante y extraña para mí. A mi lado derecho el espigón corto de rocas no se movía, y más bien sentía que me iba acercando a él sin desearlo, tratando de ingresar en forma directa y contra las olas como siempre solía hacerlo.

Estuve a punto de declinar y regresar a la orilla voluntariamente, muy cansado, cuando la voz de Zelmar se escuchó con fuerza: "¡Dany, estás mal, por ahí no es!". Me pregunté cómo saldría de ese entrampamiento agotador, y Zelmar simplemente me indicó que le acompañara navegando transversalmente hacia su posición, para luego retomar juntos el ingreso directo al fondo. Fue una maravilla que sólo se entiende confiando en el Señor, ya que en forma suave me trasladé hasta llegar a una zona tranquila mar adentro, sin espumas arrebatadas ni corrientes encontradas. Entendí que como en el cielo y en la tierra, el Señor ha sembrado "senderos" también en el mar que el surfero ya conoce y utiliza para llegar... ¿Adónde? Zelmar me lo dijo de una forma espectacular: "Dany, ¡estás en el "POINT"!". Nunca había disfrutado tanto al entender esta jerga surfera simple y maravillosa. Point = Zona ideal para correr. Mi mérito personal radicaba en haber llegado físicamente hasta allá, a pesar del cansancio, pero esa fuerza nosotros sabemos de quién proviene, y se lo agradecí con alegría infantil.

No distinguíamos a Vicky, y nos preguntamos si ella también podría hacerlo con nosotros. Zelmar hijo, mi hermoso sobrino, estaba también mar adentro siendo objetivo de los disparos contínuos desde la cámara Sony de mi hermana. Zelmar padre, mi Hermano, me pedía me dedicara a ver mientras tanto a los "tigres" del surf que andaban cerca, pues de ellos también aprendió él alguna vez así, observándoles correr.

Y el mar empezó a levantarse en olas preciosas, y llegaba el momento de decidir tomarlas. La primera que corriera tendría que llevar un nombre especial, de eso estaba seguro, y se la agradecería al Señor. Zelmar empezó a guiarme, y pasó una ola sin poder tomarla, otra donde terminaba sumergiendo inexplicablemente la proa de la Morey en el mar en vez de correrla, y así dos más, hasta sentir que "mi ola" llegaba. Hermosa, verde clarita y cristalina, empezaba a rugir a mi espalda, y al escuchar a Zelmar alentarme, le dí con todas mis fuerzas inspirado en un sentimiento maravilloso y esperanzador.

Las espumas iniciales bloquearon mi vista, pero eso no importaba. Ya estaba descendiendo y corriendo, empujado por la fuerza marina más grande que había sentido hasta hoy en estas aventuras. Corrí y corrí feliz, desplazándome a gran velocidad hacia la orilla. La ola tomada no me permitió estrellarme, sino acariciarme con sus espumas, y ceder metros antes de llegar al clímax de la euforia, y volar en pedazos. Grité con júbilo, y observé al volver la mirada el largo sendero invisible que debería remontar para ingresar otra vez al Point.

"Gracias Señor, en nombre de Cristo Jesús, amén, ¡Y AMÉN!".

¡Hasta la próxima, mi Bro!

Te invito a visitar:

http://www.tpcaltoperu.com

y el nuevo Video Clip de TPC Alto Perú "La aventura del mar" en http://www.youtube.com/watch?v=vW6tYULBW_Q



viernes, 8 de enero de 2010

ROMPIENTES DE ENSUEÑO

Un cuento de Danilo Gutiérrez Baella (Año 2010)

Aún era de madrugada, y la humedad se respiraba pesada sobre el ambiente oscuro y azulado, previo a la salida del sol. Yo miraba desde la azotea de mi casa hacia el horizonte marino, pero aún cubierto por las brumas y la oscuridad, sólo se llegaban a oir los rugidos de las rompientes en las playas cercanas a los pies del acantilado, cien metros más abajo.

Sentía el frío del amanecer, me estremecía ese rugir creciente y ciego sobre las millones de piedras depositadas en las orillas de la Costa Verde. En eso, todo se cubrió de un repentino silencio. Yo aguzaba la mirada al malecón, y luego al horizonte tratando de reconocer la razón.

Quedé aterrado al observar que la oscuridad no era del cielo sobre el horizonte marino; era la negrura de una ola inmensa que se levantaba otros cien metros corriendo hacia la costa como un monstruo embravecido y mudo, explotando al confrontarse en contra del malecón, cayendo sus aguas escalofriantes sobre mi azotea sin remedio alguno. Grité, grité y grité sin querer sentir una sola gota helada de ese mar espeluznante que sabía sumergiría entero nuestro hogar, mi familia y todos mis sueños de vida con ellos.

Así despertaba cada noche, gimiendo y sudando, temiendo asomarme por la ventana de mi cuarto y comprobar la desgracia. Me costaba dormir más, temblaba de miedo. ¿Yo, temiéndole al mar? ¿Por qué? Cada verano acudía con mis patas de La Mancha a Makaha, La Herradura, y hasta Villa que es bravísima, y nunca sentía miedo de entrar, nadar, bucear, jugar y correr olas. ¿Qué pasaba que en sueños sí le tomaba pavor a ese mar que siempre consideré un gran amigo?

De día comentaba esto en familia, pero nunca lo hacía con La Mancha. ¡Qué vergüenza! ¿Cómo explicarlo sin arrancar risas de burla y de bufonadas gratuitas?

En esos tiempos ya habíamos reingresado a nuestras aulas en el colegio, pero nos acercábamos a la Semana Santa. El mar siempre llena en todo el litoral cuando celebramos esos días, y aunque aún sentíamos algunos calores sobrantes del verano, este ya había muerto dejando paso a la estación otoñal. La Mancha solíamos realizar aún algunas actividades de fin de semana en las playas de la Costa Verde, descendiendo en bicicletas por sus pendientes bajo el puente Villena Rey de la Bajada Balta en Miraflores. Vestíamos camisetas y jeans, pero ya nos cubríamos un poco más, pues el aire se tornaba muy frío y húmedo, y a la velocidad de la pendiente sobre el aparato, sucumbíamos temblando al viento. Nuestros juegos eran seguir de frente montando bicicletas hacia Agua Dulce, subiendo por las pendiente del Morro Solar en Chorrillos, cruzar el promontorio del Salto del Fraile, y continuar pasando por La Herradura. Lo difícil era remontar las subidas, tanto la primera, como la que nos llevaba al largo túnel que recorríamos gritando, divirtiendo al eco y a los murciélagos colgados en los recodos negros que guardaban su oscuridad. Luego sobre Chorrillos, seguíamos el retorno por los malecones de Barranco y el puente sobre la Bajada de Armendáriz hasta llegar a nuestros hogares en Miraflores, sudando a mares y con las chompas y casacas amarradas a la cintura.

Otras veces sólo bajábamos a pie, y visitábamos nuestro hogar marino de verano, Makaha, sentándonos al pie del talud de piedras negras que forma la orilla inclinada hacia el mar, y las lanzábamos lo más lejos posible recordando nuestras cercanas aventuras del verano que acabó. En esa semana previa a la Santa, se nos ocurrió realizar otro reto de hombres "machos" frente al mar, no adentro, sino recorriendo el largo espigón que limitaba el lado izquierdo de Makaha hasta llegar al extremo más expuesto al mar. Allí, en plena subida de las mareas, las olas rompían con violencia sobre esas grandes rocas negras brillantes y verdeadas por las algas y el musgo. Nuestro juego consistía en subirnos a esas rocas mojadas y resbalosas esperando se levanten las olas, y aguantar hasta donde se pudiera con coraje, con mucho valor, hasta que la ola estuviera encima para saltar y volar sobre todo y todos, y no quedar mojados. Al primero que escapaba se le tildaba de cobarde, no era "macho". De ahí la competencia entre varones, y el premio para el gran valiente del día, aquel que esperó el segundo final para realizar el escape y sobrevivir al impacto, era la gran sonrisa que obstentaba y el pecho inflado de orgullo sobre el resto. Nada más que eso, y era suficiente.

Una de esas tardes de tertulia familiar en casa entre padres e hijos, mi hermano Antonio comentó que tenía un sueño recurrente, y que esa noche encontró la solución para no volverlo a tener. Resulta que Antonio tuvo una difícil experiencia en un campamento de colegio muchos años atrás. Un toro grande y bravo que andaba alejado de sus patrones le persiguió por un bosquecillo de ramas secas hasta emboscarle de espaldas a un talud alto de tierra sin salida. Mi hermano recordó que entonces no supo qué hacer, cuando un silbido agudo llamó la atención del toro, y desapareció tan rápido como había aparecido. Desde entonces Antonio, cada cierto tiempo, retomaba en sueños la experiencia con un campo un tanto diferente, y con una opción también distinta: el toro le perseguía, y mi hermano tenía que cruzar un río para poder salvarse de él. Nunca lo cruzaba, el toro se le venía encima, y él se despertaba tan agitado como yo en mis pesadillas con el mar.

Antonio nos contó que esa noche volvió a soñar lo mismo... sólo que esta vez, decidió cruzar el río. Lo hizo a zancadas largas y siguió corriendo al salir de él. Al detenerse y con el corazón en la boca, volteó. El toro lo miraba desde la orilla lejana, y se retiró con la cabeza gacha internándose en el bosquecillo. Antonio recordaba el regocijo que le invadió al vencer así al toro y su eterna persecución, y estaba seguro que nunca más volvería a tener esa pesadilla; y así fue que sucedió en adelante, como lo predijo Antonio.

En los días que siguieron, volví a soñar con el mar. La misma madrugada, el mismo frío, el mismo silencio previo a la gran ola negra... el estruendo de la pared de agua sobre el malecón, y todo mi pavor. No tuve conciencia para saber que era un sueño, y volví a caer en el pánico, y volví a despertar sudoroso y agitado como siempre sin poder volver a dormir.

Llegó el Jueves Santo, y empezó el fin de semana largo de reflexión... y de alegría para La Mancha que podríamos disfrutar juntos de todo para todos en ese fin de semana, comiendo sólo pescado en todas sus modalidades, sin músicas estridentes ni gritos muy notorios para el resto, por supuesto. En ese glorioso día juvenil de los setentas recordaba haber visto en el televisor Silvertone blanco y negro de mi casa un capítulo más de la serie americana Hawaii Five 0 con Jack Lord, donde me fascinaba observar la ola inmensa que rompía en alguna playa de esas islas al inicio del enlatado, y sus créditos. Lo comentaba con mis patas Miguel, Javier, Luis, Jorge, y Dante, y decidimos regresar al gran espigón rompeolas de Makaha para repetir nuestra prueba de valor. Al descender por las laderas de la Bajada Balta, vimos que el mar se encontraba muy agitado, y que las olas que terminaban en la orilla de la playa cubrían parte de la misma, por encima del talud. "¡Esto va a estar mejor!", celebró Luis, seguro que ganaría la prueba ese día.

Llegamos a Makaha, y emprendimos el camino sobre el sendero de tierra que llevaba hasta el extremo del espigón. De lejos, vimos que las rompientes se elevaban muy alto sobre la punta rocosa, y reventaba con estruendo metros más adentro de donde días atrás habíamos realizado nuestra hazaña de "machos". Igual nos fuimos acercando con prudencia, calculando distancias, y en dónde exactamente nos pararíamos para enfrentar las olas sin mayor riesgo de ser alcanzados por ellas.

Fue en ese momento que en silencio total empecé a sentir una angustia conocida, un temblor extraño, y un pavor reconocible. Lo identifiqué al reventar una ola más sobre el espigón: ¡era el mismo temor que se acentuaba en mi pesadilla con el mar! Yo no quería acercarme y pasar la prueba, pero no podía dar un paso atrás, porque moriría para siempre ante las burlas crueles de La Mancha. ¿Qué hacer?

Todos subimos a las rocas negras, y bajamos en el acto sin prueba de por medio alguna, pues ya estaba la ola encima. Nos miramos, y yo tragué mi temor junto a la sal que se impregnaba en mis labios... "¿Qué hago?", me repetía una y otra vez. Entonces recordé el sueño de Antonio y el toro bravo, y encontré con rapidez una relación importante entre su angustia y la mía: Antonio no quería entrar al río, y el toro se le venía encima; a mí me daba pavor recibir una sola gota de mar en mi cabeza, y la ola caía con todo... Antonio decidió enfrentarse al río, y lo cruzó, y se salvó... "Pero eso fue en sueños", pensé otra vez.

La Mancha iniciaba su intrincado ascenso sobre las peñas mojadas, y yo, antes de subir, me dije: "¿Y si sólo lo intento...?".

Todos estaban en posición, y me increparon: "¡Oye, apúrate, no seas cobarde!". Yo subí sin chistar hasta donde ellos estaban, alcanzando a ver la formación que se empezaba a alzar delante de La Mancha y sus rocas. Sólo que, en vez de quedarme al lado de mis patas, seguí andando rocas más adelante, bajando ligéramente sobre una de ellas bastante remojada por el mar.

- ¡Oye! ¿Qué haces? ¿ESTÁS LOCO? - empezaron a gritar. Y siguieron haciéndolo mientras que yo tornaba mis ojos al mar, y, abrazándome a la roca resbalosa y verde de musgo sin importar mi ropa ni el peligro, llegué a mirar la mole de agua que se me venía encima.

- ¡FERNANNNDOOOO! ¡SAAALL DE AHIIIÍ! ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?

"Es sólo agua, nada más, y yo gobierno sobre ella cuando estamos en verano...", dije en voz queda para mí, mientras el rugido ya conocido crecía a mi espalda. Llegué a escuchar los gritos apagados de mis patas de La Mancha que se alejaban corriendo llenos de pavor, y luego el martillazo gigante helado sobre mí, la falta de oxígeno, aferrarme más sobre la roca para no resbalar en la retirada del agua, y un segundo impacto estruendoso que casi me arranca de las peñas.

El mar me dió el tiempo suficiente para remontar las rocas chorreantes con el mareo que quedó después del estruendo y el agua en mis oídos, en doble esfuerzo por levantarme con el peso de mi jean y mi camisa de franela a cuadros empapados de mar. Cuando estuve a distancia, me topé de cara con todos mis patas que me veían como si yo fuera un alienígena. "¿Por qué hiciste eso?", me preguntó Javier, en representación de todos los demás que no dejaban de mirarme como bicho raro. Hice un intento por explicarles el por qué, pero igualmente callados, bajaron la cabeza y empezaron a caminar con rumbo a la playa.

- Bueno, quedó claro que soy el más valiente de La Mancha, ¿no?

Siguieron caminando, y empezaron a hablar de otras cosas. Yo me resigné a no ser el héroe del día, y entender que los había hecho pasar por un momento aterrador sin motivo aparente.

Pero mi motivo se quedó allí, prendido por siempre de la roca negra, soportando eternamente la embestida del mar. Y en mis sueños de adolescente nunca más se levantó una ola amenazante sobre mi hogar, mi familia, y mis anhelos de juventud.



lunes, 4 de enero de 2010

LA NUEVA VIDA EN CRISTO



Saulo de Tarso era judío, pero de nacionalidad romana. Como tal, su nombre ante todos era PABLO.




Pablo era un hombre muy preparado que hablaba diferentes lenguas, devoto seguidor del emperador de Roma, y cuidadoso ejecutor de los planes imperiales. Así Pablo, apoyado por los fariseos, se convirtió en un gran perseguidor de los primeros cristianos. La acción más recordada en ese tiempo de agresión fue la de la ejecución de Esteban, hombre cristiano que fue apedreado no por la muchedumbre enardecida, sino bajo los planes calculados del imperio a través de Pablo, quien dió su pleno consentimiento.




"En aquel día hubo una gran persecusión contra la iglesia que estaba en Jerusalén, y todos, salvo los apóstoles, fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria. Unos hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Saulo, por su parte, asolaba la iglesia; entrando casa por casa, arrastraba a hombres y mujeres y los enviaba a la cárcel." (Hechos 8:1,3)




La conversión de Pablo al cristianismo se dió al encontrarse en camino a Damasco con cartas oficiales para las sinagogas buscando más cristianos para traerlos con él y encarcelarlos.




"Pero yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente lo rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? El Señor dijo: Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer. Los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie." (Hechos 9:3,7)




Pablo quedó ciego luego de esta visión. Le llevaron a Damasco donde permaneció tres días sin comer ni beber. El Señor apareció entonces a otro siervo de Él, Ananías, y a pesar de conocer a Pablo y sus actos contra ellos, recibió del Señor la orden de buscarle y ser instrumento para Él devolviéndole la vista. Apenas Pablo pudo ver, solicitó ser bautizado. Así, la primera prédica de Pablo se realiza en esa ciudad, luego de alimentarse y recuperarse varios días al lado de los discípulos.




Pablo escribe al pueblo idólatra y comerciante de Éfeso acerca de la Nueva Vida en Cristo, aquella que nosotros nos deseamos al iniciar el presente año:




"Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón. Éstos, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron al libertinaje para cometer con avidez toda clase de impureza. Pero vosotros no habéis aprendido así sobre Cristo, si en verdad lo habéis oído, y habéis sido enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.




Por eso, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.




Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.




El que robaba, no robe más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga que compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no entristezcais al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.




Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira gritería, malediscencia y toda malicia. Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo." (Efesios 4:17,32)




Dios les bendiga a todos infinítamente.






viernes, 1 de enero de 2010

"...RESISTID AL DEMONIO, Y HUIRÁ DE VOSOTROS..."


Ciertamente, un "año nuevo" no pasa de ser una fecha impresa por el hombre para el mundo. Nosotros Hermanos en Cristo hemos dado un testimonio real y pleno para nuestra vida espiritual con el Señor al desearnos el día de ayer, no un "feliz año nuevo" tradicional y mundano, sino UNA FELIZ VIDA NUEVA CON JESÚS.


¡Qué hermoso saber expresar el gozo de sentir la presencia de nuestro Señor en cada uno de nuestros corazones! Más aún, que sea regalado entre todos con esa certeza que sólo tiene el que entregó su vida a Él, teniéndole a Él por delante al caminar.


Sin embargo, la presión del mundo y sus múltiples tentaciones presentadas con sensualidad espectacular ante nuestros sentidos suele poner la entereza y seguridad a prueba todo el tiempo. Satanás encuentra un camino llano y accesible para desbaratarnos, complacernos temporalmente, confundirnos, y finalmente, DESTRUIRNOS EN LA FE.


"Someteos, pues, a Dios; resistir al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad vuestras manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones." (Santiago 4:7,8).


Como hombres débiles y volubles ante la tentación de Satanás, permitimos que este ente repugnante se rego0cije del sufrimiento que causamos en el corazón de nuestro Padre, y continuamos abriendo aquellas heridas que Jesús no dudó en soportar por redimirnos del pecado...


"Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Más Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre Él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados." (Isaías 53:4,5).


¿Hasta cuándo seguiremos escupiéndole, azotándole, torturándole, e insultándole?


Nuestro Hermano en Xto. Zelmar hablaba en la hermosa Cena Navideña para los niños, jóvenes, y padres de familia de Tablistas para Cristo Alto Perú en Chorrillos acerca de aquel Amor que permitió que el Hijo de Dios naciera en un establo pestilente, rodeado de estiércol y barro malsano, sobre un comedero de animales al que llamamos "pesebre". Zelmar no tuvo reparos en afirmar cuánta pestilencia guardó alguna vez en el pesebre de su propio corazón, y cómo Jesús lo seguía limpiando a través de su Amor y Perdón.


Guardemos conciencia de cuántas veces llenamos de ese mismo estiércol animal nuestros corazones al flaquear, y cuántas no llegamos a reconocer nuestra propia pestilencia, ni aún orando, por separar, seleccionar y esconder con soberbia e insanía nuestros pecados más sórdidos en el "sótano" de nuestro corazón.


No iniciemos este "año nuevo" con flaquezas mundanas; SEAMOS FUERTES Y LEALES A NUESTRO PADRE CELESTIAL, y cambiemos las tentaciones, los odios y rencores, la envidia y la avaricia POR PAZ, por PERDÓN, por inacabable AMOR...


"(...) Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo." (2 Timoteo 2:13)


No abusemos de su infinita tolerancia, de su dulce Amor y Perdón.


¡FELIZ VIDA NUEVA EN JESÚS!

¡... y que el Señor les bendiga infinítamente!!!!