lunes, 22 de diciembre de 2008

DIÁLOGOS CELESTIALES


NOVIEMBRE 22

Un cuento de Danilo Gutiérrez Baella (2008)




Veo todo desde allí: dos seres de la mano, juntos y expectantes ante el dolor feliz de la mujer. Gran expectativa, mucho movimiento, lágrimas de felicidad, pero, “¡Qué hora tan incómoda escogió este niño para venir al mundo!”.



¿De quién hablan? ¿De mí? ¿Cómo entiendo esto, Padre? Y Él sonríe (como se sonríe en Espíritu), pero sigue en Sus Santas ocupaciones dejando dos Ángeles Guardianes a mi lado.



“Mira”, y asomo por algún lugar que me abre el Ángel con su dedo índice. Loca soledad, brusca multitud, mezcla de grito, odio, algarabía, cambio de ambiente; y cuatro pequeños se miran con dedos cruzados, ojos inquietos, agitados por el hermano que vendrá, y que sabe Dios cómo…



“Cómo estará Mamita…”, medita el mayor…


“Yo no cambiaré pañales…”, asegura el segundo…


“Que sea mujer, que sea mujer…”, reza la hermana…


“Éramos cuatro, yo era el menor… ¿quién me va a atender ahora?”, se queja el más pequeño de ellos…



Ante el descuido del Ángel, miré más allá. Ya no hay tiempo para volver la mirada. Allí está el gran vehículo negro en un tiempo y lugar distinto, con esa multitud de seres delirantes. Gente corriendo al lado, coche descubierto, cabezas sonrientes bajo el sol matutino detrás del conductor, árboles, edificios, banderitas, grandes pancartas, y… ¡un trueno! La cabeza del hombre golpea a un lado. ¡Otro trueno! Un movimiento brusco regresa la cabeza al otro lado. La mujer salta sobre el carro, se arrastra y grita… ¡Mil gentes gritan, lloran, se retuercen mientras esos hombres cubren a la persona herida y…!


¡Basta!” grita el Ángel sorprendido, increíblemente molesto. Su resplandor natural se opacó al afirmar con severidad: “No es tu tiempo, ni es tu lugar en el mundo que hemos preparado para ti”. Vuelvo la mirada (de la forma que sólo en Espíritu puedes mirar).


“Si no es para mí, ¿por qué puedo ver esto al mismo tiempo de quienes dices serán mis compañeros de vida? Declaras también que la mujer que sufre por el dolor será quien me guíe y enseñe a vivir en ese mundo… ¿por qué escucho esas palabras que suenan como quendi, kenid o quénedi, tan fuerte y tan cerca de ella, si es que ese mundo que también veo no será mi mundo?”


El Ángel preocupado se acerca al Señor, y explica el incidente. Dios mueve su Santa Cabeza gacha hacia los lados, y se acerca a mí desde los miles de kilómetros, millas y metros celestiales en los que se encontraba.


“Este será tu sino”, sentencia Dios. “Tendrás visiones de sucesos y obras que no sucederán ni existirán aún, pero que con tu aporte podrán o no darse en el tiempo de paso por la Tierra. Algunos rasgos de mi divinidad quedan adheridos a los seres que empiezan su corta vida en la Tierra, sólo para servicio a los demás, pero el hombre lo utiliza para fortalecer el trabajo de nuestro vecino oscuro y rebelde proveniente del sub mundo, alguna vez residente de este cielo”.


“No esperes ser comprendido, ni entendido. Vive con buenas obras y buenos ejemplos, y disfruta de los logros no entendidos con felicidad, pues luego será la de muchos. Llorarás por lo que no logres cumplir, y creerás que Yo te he abandonado, una y otra vez, hasta darte cuenta que necesitas justamente de esas dudas y experiencias para tenerme más cerca”.


Y el Señor me dice algo más que no entiendo muy bien, con respecto a lo que acabo de ver: “La gente sufrirá a partir de entonces, y se echarán culpas ajenas, libre albedrío, ¿qué puedo hacer?… Kennedy aún viv…


¡Agua, mucho agua! Luz que ciega, grandes telones blancos salpicados de carmín. Impacto desconocido sobre mí que me obliga a aspirar algo sin lo cual ya no puedo vivir. Grandes movimientos, fríos intensos, y el calor de esa mujer, tan dulce… tan llena de Dios.


…………..


¡Es un año en mi nueva vida! ¿Por qué nueva? No sé, sólo repito lo que oigo de una y otra persona, de mis papis…


Hay torta, quiero comerla, lindos colores… Mis hermanos corren, uno me mira serio cuando los demás no están aquí. ¿Por qué? Estoy inquieto, veo cajas de colores que las abren, sacan cosas de colores que no sé que son, unas suenan y otras tienen lucecitas. Mi mamita y una tía me la muestran riendo, parece que me las van a dar, yo estiro los brazos, y las guardan otra vez. Dicen que son mías, y no me las dan. ¡Malas!


No entiendo. Pensé que esta reunión era para mí. ¡Japi verde, japi verde! ¿Qué es eso? ¿Se fue la luz? Ah no, ya volvió, pero la torta tiene un humito. Raro. No sé, pero todos cantan eso, me miran, hablan al mismo tiempo y soplan no sé qué. ¡Ah, bueno! Torta en mi boca, y aplasto mi cara en mi trozo para comer más rápido. ¡Plaf! Rica. Uhmmm, tanto trapo por mi cara, ya pues Mamita, no tan fuerte.


Mis hermanos siguen corriendo, y el otro más pequeño ya no se ocupa de mí. Coge una de mis cajas de colores, y corre tras ellos.


Otro día, tomo mi leche. ¡Qué rica! ¿Pero por qué volteas, Mamita? Quiero seguir tomando mi leche, tengo hambre.


¿Qué? Ese hombre en la caja de luces blancas y negras dice cosas que no entiendo. ¿Qué es “a – se - sin”? ¿Qué es “quendi, kenid o quénedi”?


¡Apaga la caja, Mamita! ¡Quiero mi leche!


Lima, 22 de Noviembre de 1,963

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Videntes los han habido en todas las épocas, por lo que veo este nació en la época de Kénnedy.
El conocimiento es poder y los malvados suelen querer aprovecharlo para sus fines, creo que esa es la razón por la que se estigmatizó a los videntes, cuando ese don en algún momento motivó a grandes personas como Nostradamus.
Saludos, bonito cuento.