lunes, 13 de septiembre de 2010

RECHAZAN A PETROLERAS EN EL MAR




Por Johanna Nores
Publicado en Diario La República, página 18, el domingo 12/9/2010
RECHAZAN A PETROLERAS EN EL MAR
CONSECUENCIAS: ADVIERTEN MIGRACIÓN DE PECES Y CONTAMINACIÓN
"La actividad petrolera es incompatible con la riqueza del mar peruano".
En lo que va del año, la explosión de dos plantas petroleras tiñeron de negro y de muerte a muchas especies marinas en las aguas del Golfo de México. En abril, la empresa British Petroleum (EEUU) provocó un derrame de 76 millones de crudo que afectó 110 km de las costas de Luisiana.
El pasado dos de setiembre, un incendio en una plataforma petrolera, propiedad de la empresa Marine Energy, formó una mancha de un kilómetro y medio de extensión. Ambos hechos - el primero, considerado el derrame más grande de la historia - causaron severos daños ecológicos y cuantiosas pérdidas económicas.
En ese contexto, y en vista de que el litoral peruano es uno de los más ricos del mundo, ¿qué tan arriesgado es llevar a cabo una exploración petrolera o peor aún, la explotación de este recurso? Demos un vistazo a lo que podría suceder en el Perú, y para ello abordemos las aguas apacibles del litoral de Ancash.
Causa migración de especies
Para el biólogo Rómulo Loayza, profesor de la Universidad Nacional del Santa (Ancash), la actividad petrolera es incompatible con la riqueza del mar peruano. Por eso, le resulta indignante que en la bahía de ersta provincia la empresa Savia (ex Petrotech) se encuentre realizando, desde el 2008, estudios de prospección sísmica en el lote Z-48 (a 17 millas de Chimbote, Samanco y Comandante Noel), y ahora, están por aprobar estudios en 2D y 3D, que resultarían perjudiciales prematuramente para la biodiversidad marina.
"Durante los ocho meses - tiempo que duraría la ejecución de dichos estudios - se lanzarían burbujas de aire a elevada presión que causarían un fuerte impacto en el desarrollo de fitoplancton y zooplancton, y por lo tanto, en el desenvolvimiento de la cadena productiva", señaló el especialista.
Asímismo, el sonido estridente de estas burbujas podría desorientar y alejar temporalmente especies como la anchoveta (que se trasladan en cardúmenes de hasta 6,000 toneladas), lobos marinos, nutrias, delfines, entre otros. Incluso podría llegar a matarlos.
Según María Elena Foronda, directora del Instituto Natura de Chimbote, esta situación tendría un fuerte impacto en el desarrollo de las actividades pesqueras. "Al alejarse la anchoveta, principal eslabón de la cadena alimenticia, la industria de harina de pescado, conservas, la pesca artesanal y la acuicultura (conchas de abanico) corren el riesgo de verse afectadas, porque no habrá insumos para la producción", advirtió.
Contaminación del litoral
En un nivel de perforación y explotación, las consecuencias para Juan Carhuapoma, decano del Colegio de Biólogos de la región Ancash, serían aún más catastróficas. "En ambas etapas, el empleo de taladros, refrigerantes y lubricantes podría alterar definitivamente todo el ecosistema natural, producto de la contaminación".
La petrolera se defiende
Savia Perú asegura que durante la etapa de prospección sísmica (el estudio que actualmente están realizando), no se emplean sustancias peligrosas ni químicas que puedan afectar la vida marina o interrumpir la actividad pesquera. Además, como medida de protección y conservación de los recursos, Savia señala que implementó una zona de seguridad de entre 500 a 1,500 metros de distancia del barco que realiza el estudio.
En febrero del 2010, fue aprobado por el Ministerio de Energía y Minas el estudio de impacto ambiental necesario para realizar la exploración.
Claves:
  1. RIQUEZA. En el litoral de Ancash se concentra el 80% de las actividades pesqueras del Perú y es el 5º lugar de mayor desembarque de recursos hidrobiológicos en el mundo. Sus habitantes demandan que esta parte sea considerada intangible.
  2. RIESGOS. A nivel normativo el control de las plataformas marinas son deficientes, indicó Aldo Costa, representante de la World Wide Fund (WWF) en Perú.
  3. TEMOR. "Si Estados Unidos con toda su tecnología no pudo evitar un derrame de ptróleo, aquí no podríamos garantizarlo", advierte Juan Carhuapoma.

Fotos: Google Imágenes

domingo, 5 de septiembre de 2010

LA OPINIÓN DEL PATILLO...

Crónica de un surfero en pañales, por Danilo Gutiérrez Baella. Mes de setiembre, año 2010.



Una de las primeras sorpresas que me dió la experiencia de retornar al mar de Makaha después de largos treinta años, fue el reconocer que la fauna costera en estas playas integra actualmente especies que en la década de los 70's no solían verse tan cercanas.
Por ejemplo, meses antes de iniciar mis actividades surferas, fuí testigo de una escena maravillosa desde lo alto del Malecón Cisneros en Miraflores: en el mar de la playa Punta Roquitas, viendo a mi izquierda flotaban, se desplazaban y corrían olas un grupo de quince a veinte tablistas. Mirando a mi derecha y en forma simultánea, una manada de enormes delfines de lomo negro retozaba, saltaba, e igualmente corrían olas a escasos metros de los surferos. Una escena así no era posible de ver en mis tiempos de adolescente en los frentes del circuito de la Costa Verde de Lima, pues entonces los delfines se mantenían a muchos metros mar adentro siguiendo las corrientes de cardúmenes y otros alimenticios para ellos evitando encontrarse con el hombre que solía atacar su marcha pacífica, espantándolos y hasta cazándolos para el consumo humano en forma clandestina.


Es fácil distinguir también la diversidad de especies de aves marinas que visitan por muchas horas ciertas playas de la Costa Verde de norte a sur, particularmente las miraflorinas Punta Roquitas, Pampilla, Waikiki, Makaha, Redondo y el resto de ellas camino a Barranco. En algunas zonas el blanco guanero es tan intenso como el olor clásico que lo identifica, y está presente en postes, cables, letreros y veredas del circuito. Las gaviotas siempre estuvieron presentes, pero el tamaño y audacia de estas pareciera haber aumentado con los años. Uno no puede comer una bolsita de Papas Chips o Tortees en los puestecitos de venta, sin tener dos o tres gaviotones revoloteando o cuadrándose a un metro frente a uno a la espera de su cuota de comida chatarra.


Igualmente, en mi corta e intensa experiencia surfera en Makaha y otras playas desde el 2009, existe un ave que ya es parte de la familia de humanos y animales que conviven ahora armoniosamente en el mar: el Piquero. De chico a este pájaro le llamábamos "patillo", pues al reposar sobre el mar adopta una postura muy parecida al del pato silvestre de laguna. Pero en realidad, las características del Piquero son muy diferentes a la de un pato. El color es negro, de cuello muy largo, y de pico extenso diseñado por Dios para la caza y absorción inmediata de peces pequeños. Justamente, también debido al aumento de peces Liza que brincan a montones dentro del área surfera de Makaha y demás playas, motiva la incursión confiada y hasta atrevida del Piquero en grupos de dos y hasta de cuatro aves nadando en las zonas de extrema actividad surfera, donde el tablista entra y sale remando constantemente, y donde las olas suelen terminar su recorrido lamiendo las orillas de la Costa Verde.


No es raro entonces remar sobre la tabla y encontrarse con un Piquero desplazándose al lado. A veces confieso haberme sobresaltado al ser visitado por un lomo negro mojado y rugoso cruzando mi camino raudamente, paralelo a las olas. Es el Piquero, con el cuello y cabeza totalmente sumergido en proceso de pesca submarina, en búsqueda visual sobre los lechos de piedra marina donde el pez Liza se esconde de su cazador. Igualmente es común el estar remando a punto de subir uan ola, y verse sorprendido por un Piquero cayendo como flecha negra del cielo al mar en la nariz del surfero.


Estos aspectos son divertidos, cautivantes. Son parte de la vida en el mar, y los delfines, gaviotas, peces Lizas y Piqueros se convierten en un brother más de la comunidad surfera.


Traigo a propósito una anécdota reciente por la cual delataré una vez más mis rutinas inexpertas dentro del mar, pero felices a bordo de la Long Board que me acompaña. Cada vez que me encuentro cansado de remar por no poder avanzar en busca de olas, suelo sentarme como un jinete sobre la Long Board. Así espero que la racha de reventazones pasen, y me permitan seguir remando. Al hacerlo, mantengo la punta de la tabla hacia el horizonte, y enfrento cada reventazón sentado, dosificando la adrenalina que corre en aumento por mi cuerpo. Algunas espumas vienen más fuertes que otras, por lo que en todos los casos "hago peso" apoyando las manos sobre la tabla hacia adelante para evitar se descontrole en el impacto con la reventazón. En esos momentos relativamente largos, aprovecho de aspirar todo el aire oceánico que pueda, admirar la obra de Dios, y orar. Asímismo, estudio las olas, y observo a los "pro" surferos correr eficientes en sus tablas para ir asimilando, aprendiendo, y tomando modelos a seguir después. Cuando por fin se aplana un tanto el frente marino, vuelvo a tenderme horizontal renovando con nuevo vigor mis braceadas.
Esta vez regresaba de correr una olita simpática y larga que por poco me desembarca sobre la orilla pedregosa de Makaha. Faltaba mar para seguir corriendo, así que tomé rápidamente asiento sobre la Long Board, respiré un tanto, y enderezando la tabla volví al braceo intenso para repetir mi pequeña hazaña. Al avanzar, sentí que la aventura se hacía difícil de retomar, pues el mar había crecido un poco más y el oleaje se había vuelto disparejo y constante.
Fue así que a medio camino, tuve que detenerme a tomar aliento sentado sobre la Long Board. Un Piquero retozaba cerca a mí, yendo y viniendo entre las olas y yo. Cada vez que venía una reventazón, el Piquero y yo repetíamos la misma danza: el ave se sumergía antes de tomar contacto con las espumas rugientes, y yo asentaba la punta de la tabla hacia adelante para enfrentarlas. Pasaron dos o tres reventazones, cada cual más fuerte que la otra. La última me obligó a remar un poco hacia adentro, pues la corriente que seguía a las olas me hacían retroceder lo avanzado.
Y el Piquero seguía cruzando inmutable delante de mí, y a la siguiente reventazón se sumergía con prudencia, y yo asentaba la punta de la Long Board para enfrentarla sentado...
Entonces, una ola de regular tamaño explotó con violencia a unos ocho metros de mi posición. Si bien es cierto se quebró mi tranquilidad al ver lo que venía reventando, dentro surgió una voz llena y altanera que me dijo: "¡Hey! Tú has pasado reventazones más fuertes... ¡Esta espuma no es nada! La Long Board es de 9"... ¡Pásala sentado!". Entonces me aferré a la Long Board, muy seguro de enfrentar la gran espuma que corría impetuosa como estampida de toros.
Como era de esperar, el Piquero apareció impasible nadando entre la Long Board y la nueva espuma que casi nos tocaba. Yo esperaba que se sumergiera como siempre, para también apoyarme sentado como siempre. Pero esta vez el Piquero paró en seco; torciendo el pezcuezo, me miró. Luego miró la ola revoltosa y grande que venía, y lanzando un alarido de alerta, voló batiendo las alas con furia dejándome solito con el mar...
Mientras la Long Board se disparaba apuntando al cielo, y mi calva sumergida era peinada recorriendo de cabeza los fondos pedregosos de Makaha, mis pensamientos se mezclaban tragando sal, recordando la sapiencia natural del Piquero. Ahora sé que siendo aún inexperto en las lides surferas, deberé escuchar una segunda opinión al tomar ciertas decisiones frente a las olas.
Escucharlas siempre, aunque estas provengan de un "patillo".
Todos los derechos reservados
Danilo Gutiérrez Baella, setiembre de 2010


martes, 31 de agosto de 2010

PARA DIOS, NADA ES IMPOSIBLE

Por Danilo Gutiérrez Baella, agosto 2010
Cuando un joven adinerado preguntaba a Jesús qué tendría que hacer para alcanzar la vida eterna, recibió la respuesta final menos imaginada por él:
"Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme." (Mateo 19:21) Mateo nos cuenta que este joven se retiró triste, y que Jesús declaró: "Vuelvo a decirles que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios." (Mateo 19:24). Ante el desconcierto de sus discípulos que veían imposible que alguien llegara a salvarse por ser tan difícil acceder (como humanos) al reino de Dios, Jesús dijo: "...Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible." (Mateo 19:26).
¿Alguna vez has sentido que encontraste la razón de tu vida, descubriste el camino que Dios te marcó para llegar a Él, y de pronto se presentaron obstáculos imposibles de vencer que te hicieron retroceder en forma irrevocable? A través de los siglos, el Señor nos ha mostrado la manera en que nos levanta de la rutina y la mediocridad mundana, y nos asigna un propósito muy claro a seguir que cambiará radicalmente nuestra vida, y con certeza la de muchos que estarán cruzando nuestro camino a partir de entonces. Pero este proceso espiritual tiene características que, siendo analizadas con el criterio humano y vistas con los ojos de carne, pueden parecer imposibles de llevar adelante.
En mi corto andar por los caminos del Señor, he podido comprobar cuán fuertes son las pruebas que el Señor antepone para el cumplimiento de su obra en el mundo, y el por qué de las mismas. Permítanme clarificar esta experiencia, basándome en lo que la Palabra nos narra poco a poco a través de su historia...
1ra. etapa: EL LLAMADO.-
Dios siembra un anhelo muy claro en nuestro corazón, un anhelo que va más allá del mero surgimiento personal, y que desemboca siempre en un proyecto de servicio y entrega hacia los demás. El hombre puede tomar algo de tiempo en identificarlo como tal, pero tarde o temprano se darán los primeros pasos por el camino que el Señor marcó para cada uno de nosotros. "Extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: <>". (Jeremías 1:9,10)
2da. etapa: EL ABSURDO.-
Al iniciar el andar por la senda que el Señor ha fijado, se producen situaciones complicadas que suelen intimidar al hombre en su ruta con propósito, le confunde y lo pone en prueba de su fe en Dios. Como ejemplo de esta afirmación, basta leer el libro del Éxodo para darse cuenta cuántas veces el pueblo de Dios dudó de Su poder ante la adversidad, y se volvió irónico desesperadamente ante Moisés con respecto a la promesa de obtener para ellos la tierra prometida. Ya libres del yugo de los egipcios, el corazón del faraón y los de sus hombres del entorno los llevó a cuestionarse el por qué habían cedido y dejado ir a quienes les hacían todo, volcándose totalmente armados a tomarlos como prisioneros otra vez. El pueblo de Israel al verse entre el ejército egipcio a punto de caerles encima, y sin salida ante las orillas del Mar Rojo, reclamaron a Moisés: "No había sepulcros en Egipto, y tú nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué nos has sacado de Egipto? Ya te lo decíamos en Egipto: Déjanos servir a los egipcios, porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto." (Exodo 14:11,12). La historia es muy conocida, y sabemos que Moisés abrió el Mar Rojo por la mitad con el poder de Dios para darle escape a su pueblo en esta nueva persecusión egipcia. Sin embargo, las manifestaciones poderosas y excepcionalmente visibles del Señor en Egipto y fuera de Egipto no sirvieron de mucho para avivar la pobre fe de los hijos de Israel, y estos sintieron que aquello que sucedía era absurdo, y fatal para su supervivencia.
3ra. etapa: EL LIDERAZGO DE DIOS.-
Una vez que hemos tenido la fe suficiente para vencer los obstáculos y adversidades, debemos tener en cuenta que nunca fuimos nosotros los que los vencimos, sino Dios en su infinito poder. Cuando Josué recibió la conducción del pueblo de Israel por encargo de Dios a Moisés antes de morir él, el mandato de cruzar el río Jordán vino con muchos ánimos de esfuerzo y perseverancia. Una vez clara la misión, Josué reunió a todos los jefes de tribu para transmitírselo en conjunto, y ellos le respondieron: "...Nosotros haremos las cosas que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos mandes. De la manera que obedecimos a Moisés, así te obedeceremos a tí; solamente que Jehová, tu Dios, esté contigo, como estuvo con Moisés. Cualquiera que sea rebelde a tu mandamiento y no obedezca tus órdenes en todas las cosas que le mandes, que muera. Tú, solamente esfuérzate y sé valiente." (Exodo 1:16,18). Nótese como los jefes de tribus acondicionan esta obediencia: "... solamente que Jehová, tu Dios, esté contigo,...". Todos ellos tenían muy claro quién era el líder tras Josué: Jehová, nuestro Dios. Y así igual en nuestro recorrido por los caminos del Señor, NUNCA debemos perder de vista que es Él el que nos lleva y utiliza como instrumentos de Su obra de acuerdo a Sus planes, no al nuestro.
4ta. etapa: ORACIÓN PERMANENTE.-
"Clama a mí, y Yo te responderé, y te mostraré cosas grandes y ocultas que tú no conoces." (Jeremías 33:3). En todo momento y lugar, en plena ejecución del plan y misión de Dios, debemos orar en relación directa y perfecta con Él. Será Dios quien nos oriente y muestre cuál es el siguiente paso a dar, y lo hará en formas que sólo el que está en Dios lo entenderá. El agradecimiento y la alabanza de adoración serán también infaltables en reconocimiento a la presencia divina, y a todo el amor que derrama sobre nosotros y aquellos que se vayan plegando a la misión para la realización de Su obra.
5ta etapa: LA OBRA ES GRANDE.-
Dios dijo que no sería David el que construiría Su templo por la cantidad de sangre que David derramó en Su nombre. Sería el joven Salomón, hijo de David, al que le encargaría la ejecución de la obra. "Después dijo el rey David a toda la asamblea: <>". (1 Crónicas 29:1) En nuestras vidas, todo propósito sembrado por Dios será GRANDE, no importa la edad que tengamos, ni las limitaciones físicas, geográficas, culturales o económicas que nos acondicionen. No importa el tiempo ni la magnitud que nuestros sentidos perciban: la obra de Dios SIEMPRE SERÁ GRANDE.
6ta. etapa: LAS OFRENDAS, PUES TODO ES DE ÉL.-
Continuando con la escena anterior, el rey David declara: "Con todas mis fuerzas yo he preparado para la casa de mi Dios, oro para las cosas de oro, plata para las cosas de plata, bronce para las de bronce, hierro para las de hierro, y madera para las de madera...". (1 Crónicas 29:2). Pero más adelante, David termina preguntando: "... ¿Quién quiere, pues, hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?" (1 Crónicas 29:5). Ofrendar, no es dar limosnas, pues esto no tendría ningún sentido a esta altura de la misión de Dios. Ofrendar es devolver a Dios lo que Él nos ha dado, fructificándolo para la ejecución de Su obra. "Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura." (1 Crónicas 29:14,15).
El pueblo de Israel guiado por Moisés y Josué llegó a la tierra prometida, el templo de Jehová construído con la conducción de Salomón. Todos fueron hombres llamados por Dios, y ellos correspondieron a ese llamado, cumpliendo el plan divino, como tantos otros hombres conocidos o no que a través de la historia lo han realizado en Su nombre.
Te animo a que seas uno de ellos, y ores permanentemente en la búsqueda del propósito que Dios fijó en tu vida. El día que reconozcas ese plan divino para tí y lo enrumbes, no titubees, pues Él estará contigo. Nosotros, sus siervos, seremos instrumentos de amor para obras muy grandes y ocultas aún para nuestros ojos, cosas que no conocemos hoy y que le darán un verdadero sentido a nuestras vidas y a las de muchos más que aún no le conocen... para muchos que creen que son ellos mismos los que hacen las grandes obras, y descartan aquellas que son "imposibles".

Todos los Derechos Reservados
Danilo Gutiérrez Baella, Agosto 2010




jueves, 12 de agosto de 2010

SIMÓN




SIMÓN
Poema donado por el autor
Campaña "Libro Solidario"
en apoyo a los niños que reciben ayuda
de la Asociación Bautista Shalom Adonay
en la ciudad de Santa Lucía - Minas Gerais (Brasil)
Mirada brillante en la rendija oscura.
Manito prendida, atenta al tirón.
Oyendo las voces violentas, turbadas...
detrás de la puerta aguarda Simón.
Destellos de luces gobiernan las calles.
La noche escatima la brisa feliz
que podría entrar a la casa sombría
rompiendo fragores de disputa infeliz.
Simón se desplaza cual raudo felino.
Se sube al banquito, y desliza fugaz
sus tiernos deditos por la gruesa aldaba
que separa su casa con la libertad.
Ya libre en la calle, Simón se contenta
respirando el aire que tanto anheló.
Y corre feliz dibujando la acera
cruzando la noche, venciendo al temor.
Hay otros Simones que circulan fuera
que esperan ansiosos juntarse y hablar.
Ahí llega Simón saltando la verja
y suenan palmadas, saludos sin voz.
"Yo traje los panes", informaba uno
"Yo el queso cortado", "¡Yo traje el jamón!"
Y Simón mirando sus manos vacías
se tapó la cara, ocultando el rubor.
"Mañana no comes si no traes nada"
Simón se disculpa, promete, y después
recibe el pancito que trajo su amigo
¡y diluvia migajas sobre sus pies!
Avanza la noche, y la ciudad no duerme.
Los chicos se mueven volando sin pies.
Simón se divierte observando la vida
que brota con ellos, que vibra otra vez.
Un rostro nocturno oculto en la esquina
no pierde de vista al bello Simón,
quien limpia los vidrios de un auto, sin prisas,
buscando un "alguito" para comer mejor.
La dama no es vista por la muchachada
cuando ella se acerca discreta a Simón.
El niño se asusta al verla a su lado,
saliendo del aire, despacio, sin voz...
"¿Qué haces, pequeño?", pregunta la dama,
"¿No es fría la noche para jugar hoy?"
Simon se da cuenta que no hay nadie en su entorno
y vuelve su rostro con cierto temor.
"Yo vivo en la calle"
responde Simón,
"Trabajo en la noche limpiando los autos
ganándome el diario para comer hoy."
"¿No tienes parientes?
¿Un padre, una madre?"
La dama pregunta
sin tregua a Simón.
"Tan solo problemas
son los que yo causo,
y ellos discuten
por ser como soy."
La dama acaricia con suave ternura
esa cabecita rociada en sudor.
En la negra noche de luces fugaces
Simón se confunde al percibir amor.
"¿Quién eres,
qué haces?
¿Por qué te preocupas
si no sabes quién soy?"
La dama retira el pañuelo amarrado.
Se quita las gafas y suelta el cabello.
El rostro es visible a los ojos del niño
dejando a Simón descubrir su cariño.
"¿No sabes quién soy?
¿Será que de día,
cuando estás dormido,
olvidaste los ojos de quien más te amó?"
Simón se refriega los ojos velados
y observa a su madre delante de él.
No puede entender esas dulces palabras,
no puede creer lo que dicen de él.
Simón se rebela al creerse burlado,
y da un paso hacia atrás, rechazando la mano.
"¡Pero tú me odias igual que mi padre!
¿Por qué me seguiste, si no me quieres ver?"
La madre al principio se queda callada...
Enjuga sus lágrimas, suspira profundo,
e intenta decirle al niño perdido
el por qué requerido, la esperada razón.
"Te amamos, Simón. No es tuyo el problema.
Son nuestros errores los que te hacen sentir
que nadie te quiere, que no tienes casa...
Que son tus amigos los que te hacen vivir."
"Por fin comprendemos que hay un Dios en lo alto,
que ha unido a tus padres para hacerte feliz.
Olvida las penas, ya todo ha pasado.
Regresa sonriente... ¡te espera el hogar!"
Simón se retuerce,
pues duele el dolor
de no creer que hoy cambiará su destino,
de no creer las palabras de quien más amó.
"¿Lo dices en serio?
¿Y si yo regreso?
¡Será de mi padre el furioso castigo!
¡Peor que creerte en tu falso amor!"
De la misma esquina que escondió a la madre
salió otra figura sin más ilusión
que mostrarse entero a los ojos del niño
¡el padre que siempre esperó Simón!
"Volvamos a casa, hijito querido.
Perdona las fallas que te dieron dolor.
Te espera una cama con amor tendida,
¡te espera una vida repleta de amor!"
Los otros Simones observaban todo,
y al ver a su hermano regresar feliz
se vieron entre ellos, juntaron sus manos,
y observando al cielo, sonrieron a Dios.
Todos los Derechos Reservados
Danilo Gutiérrez Baella, Copyright 2010

jueves, 5 de agosto de 2010

¿CÓMO TE EXPLICO...?





















A Dajo, David, Ricardo, Chantÿ, Omar, Roberto, Emily, Keyla, Margarita, Henrry, Juan Carlos "Chinex", Luis,
y todos los hermanos que oran por que Dios siempre camine por Huanchaco...

¿Cómo te explico...

el chasqueteo del agua

que replica sin regaños,

dando compás a mis horas,

y tolerando mis años?





¿Cómo te explico...

la alegría de mi cuerpo

reposado en esta tabla

derivando sus anhelos

a lo que exprese hoy el alma?

¿Cómo te explico...

las siluetas animadas,

esforzadas, intrigantes,

en sus épicas jornadas

sobre ondas cabalgantes?

¿Cómo te explico...

todo el oro deslumbrante

que desparrama y ondula

el sendero del acero,

y nos conduce a la espuma?

¿Cómo te explico...

que las aves acompañan

con aleteos silentes

este éxtasis precioso

lleno de paz sugerente?

¿Cómo te explico...

cuando el rugir de las olas

rompe de pronto el silencio

y provoca en nuestra sangre

adrenalina y sosiego?

Quiero explicarte,

Huanchaco,

que en tus gotas cristalinas

existen razones divinas

para ofrendarte al creador.

Quiero mostrarte,

Huanchaco,

a toda esta gente linda

que te disfruta sin prisa,

bebiendo todo tu amor.

Quiero decirte,

Huanchaco,

que en esta tierra norteña

no sólo creció mi padre...

¡también la bendijo Dios!

Todos los Derechos Reservados
Danilo Gutiérrez Baella, Copyright 2010

jueves, 15 de julio de 2010

CEREBROS AL MARGEN DE LA LEY (o "Uso correcto de los paraderos de buses de transporte público en Lima")

Una

crónica

urbana limeña ,

por

Danilo

Gutiérrez Baella

(julio 2010)






En todas las gestiones personales o por encargo que durante los dos últimos años he realizado en la gran ciudad de Lima, he tenido la oportunidad de caminar conociendo mejor grandes extensiones de sus calles y avenidas en la mayoría de sus distritos, tanto a pie, como trepando a los buses y microbuses que circulan a toda hora por ellas.

Considero que esta es una importante oportunidad de conocer también a muchas personas en interrelación con las demás, sus realidades, y sus formas de ganarse la vida. En esta aventura de inmersión en la criollada social metropolitana, uno se encuentra con formas de pensar que van desde lo original y sostenido (por la calidad de experiencias de sobrevivencia constante en la vida de cada individuo), hasta lo absurdo e inverosímil, totalmente adoptado y aceptado por el parroquiano común.

Motiva esta crónica un hecho muy particular que, a pesar de no ser percibido por muchos que como yo se transportan en buses y microbuses diariamente, detuvo por unas horas mi atención. Iba en un bus camino a una conferencia cristiana en mi iglesia en horas de la noche. Estaba de pie, aferrando mi mano derecha a uno de los tubos que los buses suelen instalar al alcance de sus pasajeros. Fue ahí que, estando medio distraído por las gentes circulando allá afuera, y por los vaivenes y frenadas bruscas del carro ideales para el entrenamiento del surf, un letrero impreso en un sticker blanco con letras rojas de mediano tamaño llamó mi atención. El texto decía:

"Señores pasajeros: Por motivo de las constantes redadas y operativos policiales que nos sorprenden todos los días en el recorrido de nuestras rutas y que pueden ocasionar el internamiento de nuestras unidades de transporte público, lamentamos informarles que no podremos recoger ni permitir descender pasajeros en paraderos que no sean autorizados por la Municipalidad de Lima Metropolitana. Pedimos las disculpas del caso, y agradecemos su comprensión.

La empresa".


Al terminar de leer el aviso estuve a punto de desviar la vista hacia otro lado; pero había algo en ese letrero que me llamaba poderosamente la atención, y me obligué a analizarlo en los breves minutos que faltaban para llegar a mi destino.


"Señores pasajeros: Por motivo de las constantes redadas y operativos policiales que nos sorprenden todos los días... (...) y que pueden ocasionar el internamiento de nuestras unidades de transporte público,..."


Pensé de inmediato: "La policía tiene la obligación de organizar operativos de control para el cumplimiento de las normas incluídas en la ley en todo campo de actividad pública, y se reserva el derecho lógico de realizarlo en forma sorpresiva para ubicar a aquellos ciudadanos e instituciones que en su actuar estén en falta...".


"... lamentamos informarles que no podremos recoger ni permitir descender pasajeros en paraderos que no sean autorizados
por la Municipalidad de Lima Metropolitana...".



Seguí pensando: "¿Qué fue primero? ¿El huevo, o la gallina? Los buses surgieron como servicio a las personas en forma masiva por una necesidad de orden, seguridad y comodidad en las ciudades del orbe. En el Perú informal se nos ha acostumbrado a recoger y descender de cualquier forma a los pasajeros, y toda la vida ha estado presente la queja de todos ellos por alcanzar un trato mejor. La Municipalidad de Lima Metropolitana hace el esfuerzo en nuestra ciudad, y marca un final a estos maltratos ratificando ese orden, no inventándolo. ¿Qué significa entonces "...lamentamos informarles..."? ¿Para quién o quiénes es un pesar el respetar la ley?".

"... Pedimos las disculpas del caso, y agradecemos su comprensión.

La empresa."

Aquí me detuve un poco más... ¿No estaríamos más bien los pasajeros agradecidos de que la policía por fin haga respetar nuestros derechos dentro y fuera de los buses? Y con respecto a la actitud de la empresa de transporte público, ¿no deberíamos también estarlo de que tome conciencia de la importancia que cada uno de nosotros haga uso de un buen servicio, con la garantía de ser trasladados y dejados sanos y salvos en nuestros respectivos destinos?

Voy a complementar un poco la tanda de reflexiones que comparto hoy con ustedes, estimados lectores. La Municipalidad de Lima Metropolitana tiene dentro de sus áreas de control la de la reglamentación del uso y disponibilidad del servicio de transporte público en nuestra ciudad. Copio sic lo que a partir de la publicación de la ratificación de las normas de control en lo referente a los Paraderos Autorizados en 27 avenidas de la gran Lima en el Diario Oficial El Peruano el año 2008, dice un artículo sobre el actuar municipal a través del IPAM (Instituto Peruano de Administración Municipal):

"La medida, que apunta a garantizar la seguridad de los pasajeros, facilitar la accesibilidad al servicio y reducir los riesgos de accidente, con las paradas intempestivas de los buses y microbuses, está contenida en una resolución de la oficina de Regulación de Transporte de la Municipalidad de Lima, que aparece publicada hoy en las Normas Legales de El Peruano...".

A partir de allí se hace mención a la Ordenanza Nº 104 en sus Artículos 3, 10, 54 y 92 del Reglamento del Servicio Público de Transporte Urbano e Interurbano de Pasajeros en Ómnibus y otras modalidades para la provincia de Lima donde sin ninguna duda ni espacio a la interpretación ambigua se expresan cómo y dónde los buses deben detenerse y atender a sus pasajeros, y cuáles serán las sanciones a aplicar a la empresa infractora.

Pero amigos... ¿qué hace entonces que los pasajeros de Lima y balnearios no hayamos hecho una sonora fiesta de celebración por la reinvindicación de nuestros derechos en el uso de estos servicios? La respuesta nace del absurdo que motivó el aviso de la empresa en la que yo viajaba. ¡NOSOTROS MISMOS VIOLAMOS LA LEY! Exigimos al cobrador o al chofer que se detenga en cualquier esquina, media cuadra o media pista para descender o subir a los vehículos, y no en los Paraderos Autorizados que ellos nos indican y tratan también de hacer respetar. Peleamos con ellos insistentemente por bajarnos en donde nos sea más cómodo y nos venga en gana, haciéndonos tanto o más abusivos con la empresa de transporte público, y tentándolos a desafiar la ley.

Con esta insana realidad y en irónico respeto a estas mentalidades provenientes de "cerebros al margen de la ley", me queda proponer instalar un aviso grande, muy grande, pegado en todas las paredes de los barrios de Lima clasificados como de alta peligrosidad para los transeúntes, con lo que cierro esta crónica por hoy:

"Estimados transeúntes:

Por motivo de las constantes redadas y operativos policiales que nos sorprenden todos los días en nuestro recorrido para la búsqueda del sustento diario, y que pueden ocasionar nuestro internamiento definitivo en los penales que existen en esta ciudad, lamentamos informarles que no podremos asaltarles ni permitir que nuestros allegados los asalten en estas zonas vigiladas por el Ministerio del Interior a través de la Policía Nacional del Perú, la Municipalidad de Lima Metropolitana, y las Centrales de Seguridad Ciudadana que coordina con ella en cada distrito.

Pedimos las disculpas del caso, y agradecemos su comprensión.

Los amigos de lo ajeno de su distrito."


¿Protestaremos por este cambio insólito en nuestra vida cotidiana?

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Danilo Gutiérrez Baella
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martes, 13 de julio de 2010

EL ORGULLO DE PAPÁ...



Dedicado a mi bella Sandrita,

en sus diecisiete años de luz

alumbrando nuestras vidas


Fueron muchas ansiedades

precediendo tu llegada;

tu mamita caminaba

en ida y vuelta todo el día...


El papá con su trabajo,

pero hablando con tu abuela

que al teléfono contaba

los progresos de la espera.


Y tu hermano ilusionado

una él niña anhelaba

una hermana dulce y bella

que brillara en su mirada.


Eran ya las veintitres

(y muchos minutos más),

y una llamada urgente

desbarató el stress.


Era la voz de tu abuela

la que anunciaba el "¡ya está!"

y era tu padre nervioso,

el que volaba a su hogar.


La gente del hospital

nos recibió a medianoche,

¡pues tu trabajo en el vientre

nos apuraba en el coche!


Dieron la una y cincuenta

y una niña rosa y bella

lloraba sin un palmazo

anunciando su presencia.


La bendición a los padres

se constató a los segundos

cuando te vimos nacida

sanita, inquieta y muy linda.


Tus manitos regordetas,

tus tamalitos por pies,

tu carita rosadita

y una boquita de miel.


El amor que arrebató

todo dolor del corazón

aumentó cada segundo

hasta explotar de emoción.


"¡Una niña!", yo exclamaba

a una madre extenuada,

que con alivio extremo

se reía ilusionada.


Fueron tus primeros días

los que vive una princesa,

llenos de amor familiar

rodeada de naturaleza.


Huacachina emocionada

saltaba contigo en sus dunas,

y la laguna legendaria

festejaba tus ternuras.


Los huarangos gigantescos

fueron tranquilos testigos

de tus primeros pasos

y de tus primeros gritos.


Un concierto de mil trinos

educaron bien tu oído

al visitar la jaulita

repleta de periquitos.


Fué tu risa aventurera

la que brilló sin medida

entre lobos y conchitas

cruzando el mar en familia.


Y tu voz se hizo notar

al mudarnos a la sierra

resbalando muy audaz

por las sinuosas laderas.


Tus ojitos caramelo

se hicieron de pronto tremendos

al oir rugir el cielo

y al sentir granizo en tus dedos.


Te forjaste emprendedora

caminando por la selva

no había rio, ni rama, ni lodo

que detuviera tu senda.


Y hoy que estás en la ciudad,

luego de tanto vivir,

derrochas tu amor por nosotros

y muestras a Dios al reir.


Y es el cielo el que está en fiesta

al recibirte hoy en día

con un corazón de oro

y El gobernándolo todo.


Por mi parte no quiero ocultar

que mi amor por tí es inmenso,

que el orgullo de ser tu padre

se extiende por el universo.


Hoy Sandrita, vida mía,

te encargamos al Señor

para que esté presente en tu vida

y te ilumine en Su amor.



De tu papá, que agradece al Señor tu vida en mi vida,

en tus diecisiete años de luz y de amor.

Lima, 14 de julio de 2010




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Danilo Gutiérrez Baella

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domingo, 13 de junio de 2010

HURGANDO EN EL CORAZÓN (sintiendo en voz alta)


Una crónica de amor filial, por Danilo Gutiérrez Baella, junio 2010


Desde que tengo memoria, veo a mi madre activa en los diferentes niveles de nuestras casas que, en mis 47 años, sólo fueron dos compartidas con ella, mi padre y mis hermanos, ambas en Miraflores. Su preocupación por ver que todos los que siempre estuvimos a su cuidado (incluyendo a mi padre hasta hoy...) estén bien y con salud, con la ropa y la comida lista, con los cuartos ordenados y las áreas de servicio común dispuestos para la buena vida familiar.


Ella supo organizarse con cinco hijos a cuestas, cuatro de ellos nacidos en fila y éste último que les escribe ocho años y tanto después. La relación de ella con mi padre nunca pudo ser más amorosa y respaldada por la confianza mutua y la prioridad de dar lo mejor de la vida a sus niños.


Años antes de llegar yo a ese mundo hermoso, las oportunidades laborales de mi padre no fueron siempre las mejores. Pasaron momentos complicados, el dinero faltaba, y rompiendo sus propios esquemas volcaron sus esfuerzos al negocio de compra y venta de bicicletas. Mi padre las adquiría, y con mi madre las reparaba y remozaba para volverlas a vender. Así fue durante un tiempo hasta que el Señor dio una opción de crecimiento económico que duró treinta años y que yo disfruté a plenitud, como tantas veces ya he contado. Lo bello de esta primera parte de la historia familiar es que mis hermanos testimonian no haber percibido un ápice de preocupación y angustia en los rostros y voces de nuestros padres. La felicidad que habitó en los corazones de esos niños se incrementaba con los cuentos de mi padre acerca de "sus aventuras en el África", y cómo venció al enorme león sólo con sus brazos. Mi padre se ponía de pies y manos en el suelo simulando a las bestias de la jungla, mientras mis hermanos se convertían en jinetes vencedores de las mismas.


Yo heredé ese mundo feliz, pero con hermanos más crecidos, padres más solventados como pareja con ojos para su amor y para el dedicado a sus hijos. Gracias a Dios nunca fuimos millonarios, y si lo fuimos, no me enteré jamás. Sé que Dios ha proveído todo lo que fue necesario para integrarnos como familia en casa y en los paseos o viajes juntos, y nos permitió conocer el valor de todo ello desde la óptica absoluta del verdadero amor.


Será esa intensidad amorosa la que hace resaltar un vínculo especial que tengo con mi madre. Confieso que en mis primeros pasos por el Camino del Señor no tengo claro aún a qué se debe que desde mis años de escolar las cosas que solían pasar por mi mente las expresaba a mi madre... ¡justo antes que ella me las fuera a decir! Lo interesante de esto, viéndolo de una forma más objetiva y con la lupa del investigador, es que cada cosa que producía este peculiar "click" entre nuestras mentes y nuestra palabra no venían de situaciones relacionadas a nuestro diario vivir, ni a cosas vistas en la tv, ni a las noticias de primera plana de cada mañana. Eran pensamientos, ideas, sentires... cosas que rondan más bien en la intimidad de cada uno, y que a veces no se suelen expresar. Pero con mi madre, sí que se expresaban.


Casi todo lo que sentimos en casa solemos hablarlo en voz alta, y cuando uno de nosotros reprime un sentimiento, resulta muy raro que el otro no se dé cuenta que algo le está ocurriendo. Volviendo a mi madre y nuestros cruces de pensamiento, recuerdo mucho una semana en la que no había día en que ella o yo dejáramos de adelantar algo que el otro fuera a decir. Una tarde de gris invierno me encontraba con ella en su habitación; ella, a un lado de su cama tejiendo un ropón para su primer nieto, y yo al otro lado de la cama de mi padre viendo la tv. Un pensamiento surgió de pronto, totalmente inesperado, y se lo solté a mi madre... "¡Caramba! ¡Déjame pensar tranquila!", exclamó mi madre con sincero reclamo. Luego sólo nos quedó reir. En otra ocasión, siendo yo hombre de familia y viviendo fuera de Lima, mi madre sentía la necesidad de llamarme por teléfono. Eran cerca de las nueve de la noche, y ella se encontraba en su habitación y a media luz. En cama, adormilada aún, el deseo de llamarme a mi casa en Ica aumentaba. Al momento que decidió levantarse y hacerlo, sintió que la observaban: tornó los ojos hacia el alto espejo de su tocador, y vió que mi figura aparecía sonriendo en la oscuridad. Mi madre lanzó una doble exclamación ahogada con el rostro fuera de sí, mientras que yo (que acababa de llegar de viaje sin aviso previo) me abalancé a abrazarle y tranquilizarle con el temor que el susto se la fuera a llevar de golpe.


Lo hermoso de esto es que a pesar de los años transcurridos, alegrías y sufrimientos vividos fuera del hogar, y cambios en nuestras formas de vida y rutina diaria, vuelvo a casa y descubro que seguimos creciendo y envejeciendo mientras el amor en lo más íntimo se regenera y evoluciona, nunca retrocede. Como saben todos los que me conocen o me han visto en mis publicaciones diarias, la cabellera que alguna vez tuve ha dejado pase a una reluciente calva. Mi madre siempre fue la persona que se ocupó del corte de cabello de toda la familia, conociendo las cabezas de cada uno de nosotros. Particularmente la mía, con el cerco grueso de cabello que aún cubre el contorno, no fue tocada por ella desde hace mucho más de un año, y no hemos hablado de eso en ningún momento. La última vez que pasé por un peluquero fue en abril, horas antes de partir a Trujillo con mis hermanos de Tablistas para Cristo Alto Perú. Esta semana caminando por la casa, pasé por un espejo y observé al vuelo que mi cabello se desordenaba en la zona de la nuca. Consideré que debía cortármelo, me peiné un poco y proseguí con lo que andaba haciendo. Todos en casa buscábamos un cuaderno de notas rojo que tenía una información para ese momento importante, y cada uno (incluyendo a mi madre) nos repartíamos la misión. Subí al tercer piso y me crucé con mi madre, y al intentar confirmarle que el cuaderno ya había sido hallado, ella se adelantó diciéndome: "¿Cortamos el pelo...?".


Cosas del amor, no hay nada qué hacer...



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martes, 1 de junio de 2010

LA PARTIDA, un cuento de Danilo Gutiérrez Baella (Junio 2010)

Priscila tomaba el sombrero de paja con firmeza, y lo apretaba sobre su vientre duro y seco. Una lágrima impotente recorría la piel, imparable, desvergonzada, fresca sobre el rostro curtido por el sol y la arena salitrosa de la costa norteña. La mirada fija de Priscila no dejaba libertad al parpadeo. El viento arrastraba el polvillo muerto que cubría la lápida y caída por los bordes hasta cubrir el epitafio, rozarlo, y desaparecer en el universo terroso del viejo cementerio de Huanchaco.

"No cumpliste tu promesa, Plumita...", murmuraba inexpresiva al leer el nombre del amado inscrito en letras negras a sus pies, hundidas sobre la gruesa placa de bronce recientemente instalada a inicios del verano. La lágrima escapó de su mejilla, y estampó su sello cristalino en el frío metal.

"Te dejaste llevar, Plumita. Te dejaste vencer, y me dejaste sola. Dijiste harías lo imposible por seguir, pero doblegaste, mi amor. No lo hiciste... no pudiste." Priscila bajó su rostro reseco, y los mechones grises y dorados de su largo cabello lo cubrieron parcialmente sin que ella se inmutara por ello. Dobló sus rodillas, y retiró las flores arrugadas que aún quedaban del día en que enterraron a Esteban, el popular Plumita, para reemplazarlas con las nuevas que traía envueltas en papel de periódico matutino.

Priscila dio una última mirada a la tumba de su esposo, viejo compañero de vida en la tierra y en el mar, y enrumbó colina abajo, casi rozando la pequeña iglesia colonial de Dean Saavedra, hasta alcanzar las callecitas estrechas de Huanchaco. Se perdió entre el bullicio de los taxis, carretillas, camionetas y de la gente que cruzaba las esquinas. Avanzó algunas cuadras más, alcanzando las veredas del malecón. Un poco más allá, ubicó con la mirada la fiel Land Rover Foreigner 4x4 de color azul, testigo ella de sus andanzas surferas con Esteban. Subió al vehículo con la destreza de un jinete pronto a cabalgar, y derrapeando las ruedas sobre la piedrilla suelta en la calzada, abandonó el balneario con premura, rumbo al norte, camino a Paiján.

Una hora y media después, Priscila leyó como tantas otras veces el letrero de desviación de la carretera Panamericana Norte hacia Paiján. Siguió la ruta zigzagueante desde la entrada cruzando el pueblo hasta alcanzar la pista afirmada y polvorienta que la conduciría a Puerto Chicama, tradicionalmente conocido como Malabrigo. Al llegar, una callecita estrecha que desembocaba en pleno malecón la guió en derrotero hasta su hogar. Allí estaba su casa, casi una cabaña construida una sobre otra con palos de eucalipto y bambú gruesos, carrizos trenzados y clavados en los pasadizos internos, redes de pescador adornando los espacios abiertos, y troncos sujetando las seis tablas Longboard y Funboard de ella y Esteban, ubicadas en plena sala principal. Conchas Spondylus y caracolas, totems de madera negra de todo tamaño, fotos enmarcadas de revistas viejas, y muchos cachivaches recogidos de la playa y del surf fungían de adornos en paredes y pisos por donde hubiera un hall o salidas al patio interior.

Priscila cargó su mochila con dos botellas de bebidas hidratantes, una mano de plátanos, una toalla gigante, un par de tacos de cera para tabla, pita y bloqueador solar. Se desnudó por completo en su habitación, y vistió su wetsuit de jebe negro y granate con la rapidez de quien se pone un suéter. Guardó también una camiseta surfera Boz de lycra, y abandonó la casa rumbo a la playa sur.

El muelle de Malabrigo carecía de actividad, y la gente en multitud se entretenía bañándose en las orillas del mar, disfrutando de bebidas frías "al polo" y helados de toda marca y procedencia, así como ceviches y tiraditos en los pequeños restaurantes repartidos por el malecón. El sol caía a pique sobre las cabezas de los veraneantes, y la alegría y vivacidad del mundo joven contrastaba con la decadente apariencia de las casas antiguas, nostágicos vestigios de una industria local abandonada e inservible entremezclada con la incipiente urbanidad del lugar. Los muchachos saltaban al mar con sus tablas surf, y muchas chicas en menudos bikinis y tangas multicolores les seguían con la mirada, planeando aventuras con ellos cuando la fiesta natural del día y del calor hubiera terminado..

Priscila estaba acostumbrada al verano en Malabrigo, y toda su parafernalia vacacional. Ella casi no se daba cuenta de nada cuando se trataba de enrumbar a la playa sur con la Longboard de ocho pies bajo el brazo. Una vez vestida y preparada para el mar, fijaba su atención en el mar. Todo lo demás dejaba de existir. Así fue siempre desde antes de conocer a Esteban lanceándole involuntariamente en una hermosa ola que formaba una campana. Priscila quebró en el choque la tabla hawaiana que él montaba, 38 años atrás. Así se conocieron, y así se amaron en esa misma noche en una pasión entregada y total que terminó abruptamente con el cáncer de páncreas de Esteban, y su inevitable partida al más allá.

El viento de Malabrigo batallaba por arrebatarle la Longboard a Priscila. Ella daba pasos firmes y estables en la arena, clavándose decidida en ella camino al Point. El poder desarrollado en sus brazos a través de tantos años de deporte acuático no permitían a la Longboard siquiera torcer la punta un milímetro ante ese viento terrible, y se sometía a la dirección de su dueña en los barrancos pedregosos de la playa sur. El gran molino blanco de energía eólica giraba sus paletas con fuerza sobre el pequeño morro que marcaba el camino del Point.

Unos pescadores amigos recibieron a Priscila entre las negras y resbalosas rompientes del mar, y luego que ella se apoyara sentándose sobre una roca para encerar la tabla, dejó la mochila con sus prendas al cuidado de ellos. Tomando nuevamente la Longboard, ejecutó un salto espectacular desde la piedra al mar, y su cuerpo, apoyado ahora sobre el navío de ocho pies, se convirtió en una potente máquina de avance con los brazos girando como dos fuertes ruedas de molino sobre el agua, desafiando el violento oleaje. Al cabo de unos minutos Priscila había desaparecido de la vista de los pescadores sobre el mar embravecido, rumbo a la aventura.

Priscila observaba el movimiento de las corrientes que la llevaban implacable de sur a norte, y no podía desaprovechar oportunidades de subir a las mejores olas sobre las que ya había empezado a remontar. Apenas se irguió una ola de tres y medio metros a su espalda, Priscila remó con fuerza, apoyó sus manos, estiró los brazos, ladeó de un salto su cadera, y pisó con firmeza la fibra fresca de su tabla. Como un bólido, Priscila y su Longboard color dorado recorrían un hermoso tubo de izquierda a derecha, levantando una de sus manos para tocar el techo que formaba la ola sobre ella. Para Priscila, no había sensación más maravillosa que sentir el spray del viento sobre el mar salpicando su rostro, y dibujar una línea efímera y cortante con sus dedos en el agua al surfear.

Hasta antes de saberse enfermo, y aún padeciendo, el Plumita Esteban y ella compartían esos momentos como uno solo, como si sus tablas y sus cuerpos se fusionaran en la ola, y en forma perfecta y controlada llevaran sus carreras locas hasta el final.

- Te extraño, Gringota... - la voz cascada y profunda de Esteban ocupó el cerebro y el corazón de la surfista, quebrando su atención fascinada sobre la ola.

"¡PLUMITA!", gimió Priscila en alta voz, y un torrente involuntario de lágrimas brotaron de sus ojos turbando la visión de la mujer. Al descontrolar su posición estable, la tabla torció su trayectoria natural con brusquedad. Intentó elevar la Longboard sobre la pared de agua en la búsqueda de un flying desesperado (como los hacía en vida su esposo), pero ya era muy tarde; la cresta del tubo se adelantó a la maniobra y aplastó a Priscila contra su tabla. Priscila fue revolcada despiadadamente, infinitamente, con ahogo y dolor. Trató de salir a la superficie, pero la cuerda atada de la Longboard a su pié izquierdo le tiraba con fuerza. Esta vez, la Longboard elegía la ruta a seguir y llevaba a Priscila consigo por los fondos y turbulencias del mar.

Entre volantines y tirabuzones, un brevísimo instante de libertad permitió a Priscila asomar el rostro sobre las espumas tumultuosas de la enorme reventazón, pero la esperanza de vida fue vana al aspirar más agua que aire, sintiéndose perdida, exhausta, dejándose llevar.

"Plumita... ¿qué me has hecho? ¿dónde estás, mi amor?".

Una sensación de adormecimiento dominaba su cerebro. La arena empujada por el viento intenso sobre la orilla se clavaba en el rostro de Priscila como si fueran millones de agujas a la vez, despertándole. El sonido del mar lamiendo las arenas de la playa se hacía más cercano. El sol estaba pleno sobre ella, calentando su cuerpo quebrantado por la furia del océano.

Enfrentando al mareo, Priscila apoyó sus codos en la suave arena y se incorporó hasta quedar sentada sobre sus muslos. Una corriente eléctrica sacudió su columna vertebral, y lanzó una exclamación ahogada de sorpresa y pavor.

Estaba totalmente desnuda, sin wetsuit ni Longboard dorada a la vista. La playa era Malabrigo, no cabía duda, pero sólo existía eso... una larga extensión de playa y barrancas bajo el sol ardiente y un límpido cielo azul. El molino de energía eólica sobre el morro, el muelle, las casas y los hoteles del balneario, la vieja fábrica, la gente, el pueblo... no había nada ni nadie hasta donde la cansada visión de Priscila llegara a distinguir en cada horizonte. En aquellos espacios ahora existían vegetaciones hermosas y desconocidas para ella, con árboles y lianas repletas de flores lilas descendiendo desde lo alto de los acantilados hasta las rompientes. Las rocas negras, su ruta de siempre hacia el Point, se revestía de vida y actividad luciendo lapas negras, estrellas, y cangrejos. La otrora aridez costera aparecía sólo cercana a la orilla de la playa, como contraste cromático ante tantos azules, verdes, lilas, negros brillantes, rojos y brillos tornasolados.

Cientos de gaviotas volaban sobre la orilla, y otros tantos piqueros se lanzaban en pesca hacia las olas. A pocos metros mar adentro, decenas de delfines de lomo negro y parduzco retozaban entre los cardúmenes hirvientes de lisas y pejerreyes, y saltaban acrobáticamente en señal de libertad y alegría. Junto a todo ello entraban y salían traviesos lobos de mar y algunas nutrias, las cuales se iban acercando con prudencia a la mujer que ahora empezaba a ponerse en pie.

Priscila se cubría el busto y el bajo vientre con pudor, como si ese perfecto concierto natural en el cual se encontraba fuera totalmente ajeno a ella. Era absurdo, pero presentía miradas que iban más allá que las que salían de los mamíferos que se acercaban, y le causaba vergüenza y pavor. Retrocedió unos pasos sin quitar la vista de los lobos de mar, y sintió cómo la arena caliente se iba cubriendo de césped bajo sus pies. Volteó sorprendida, y observó lo que parecía ser una selva tropical a sus espaldas. Otra clase de mamíferos terrestres andaban trotando y descansando tranquilamente en las laderas de los acantilados, comiendo frutas metidos entre las lianas, arbustos silvestres y los altos árboles de copas frondosas. El brillo de verdes era intenso bajo el sol, y sus tonalidades eran muchas a la vista de Priscila.

- Gringota...

Priscila dio un respingo, y volteó aterrada. Esteban, su Plumita adorado, estaba allí tan desnudo como ella, y con 40 años menos que cuando se derrumbó ante el cáncer. Una suave barba cubría su rostro, y los ojos tenían una mirada brillante e intensa que desbordaba serenidad y absoluta transparencia.

Priscila corrió instintivamente hacia la foresta, pero se detuvo al ver una bandada de aves salir despavoridas frente a ella. Los animales que reposaban se pudieron en alerta, y otros huyeron con rapidez hacia los barrancos llenos de verde.

- Mi amor, flaquita, no temas. Soy yo, tu Plumita, y no tienes por qué huir. ¡Hey, Gringota!

Priscila se tapó el rostro ante la mano de Esteban que pretendía acariciarle, y se derrumbó entre lágrimas desesperadas. La melena gris y dorada se empapaba entreverada con los dedos cubriendo el llanto, temblando desenfrenadamente.

- ¡No! ¡No puedes ser tú! ¡Yo te he visto morir, viejo y deshecho por el cáncer! ¡Yo te limpié las heridas, y te vestí para tu funeral! ¡No, no! Usted no es mi Esteban... ¿Qué hago yo aquí? ¡Váyase, y déjeme tranquila!

- Priscila, mi amor... escucha mi voz. Mira mi cuerpo desnudo. Reconoce los secretos que sólo tú has visto en el durante todos estos años juntos. Soy Esteban, el mismo Plumita que te amó siempre y que te ama hoy.

Priscila levantó los ojos con temor, y observó los lunares y marcas secretas en la piel de Esteban que ella conocía muy bien, pero las vió casi dibujadas sobre él, porque la piel era perfecta, tersa y lozana... casi como la de un bebé. Extendió su mano, y tocó los lunares. Acarició las marcas, y poco a poco fue desapareciendo en ella el temor, y este se convirtió en un estado de absoluta serenidad. Priscila fue subiendo sus manos, rozando la piel nueva de Esteban, y él la recibió con las suyas, tomándola suavemente por los hombros.

- ¿Esteban...? ¿Eres...? ¿ERES TÚ?

- Sí, mi Gringota. Por siempre soy yo. Te presento el mundo que tú y yo hemos construido con tanto amor por años. No lo imaginé tampoco, pero fue aquí diréctamente donde fui recibido luego de mi partida. Desde aquí te ví llorar, desde aquí se me permitió llamarte y amarte como lo estoy haciendo ahora.

Priscila, sin pensar más, abrazó a Esteban. Lo besó y siguió besándole con tal fuerza que parecía explotarían sus labios.

- ¡Plumita, Plumita...! ¡No comprendo nada, pero no me dejes otra vez! ¡No, por favor mi vida! ¡Sin ti no soy nada! ¡Dime que no estoy soñando y que te perderé otra vez, Plumita! - y explotó nuevamente en sollozos, totalmente adherida a los brazos fuertes de Esteban.

- ¡Hey, gringa, mi amor! Te prometí que no te dejaría, pero el cuerpo humano es mortal, y no superé su limitación. Aquí estoy, contigo, cumpliendo mi promesa.

- Estás conmigo, sí... ¿pero en dónde estamos, Plumita? ¿Qué me has querido decir con que "nosotros" construimos todo esto? Y además... ¿quién nos quitó la ropa? ¿Por qué estás tan joven? - Priscila se atoraba en preguntas alocadamente, y a Esteban no le quedó más que tomarla por los hombros, e imprimirle otro beso tierno en sus labios para acallar su ansiedad.

- Priscila, mi adorada Priscila. Durante nuestras vidas de solteros hicimos locuras con nuestras vidas, tanto en tierra como en el mar. Luego, al conocernos, esta locura se enfocó solamente en cultivar nuestro amor y hacer juntos las cosas que nos han hecho más felices. Muchas de ellas, casi todas en realidad, están relacionadas al surf y al mar.

La pareja de esposos hizo una pausa mutua, y se sentaron tranquilamente sobre la arena. Priscila apoyó su cabeza en el pecho de su amado Plumita, y continuó escuchándole.

- A través de nuestro amor, aprendimos a respetarnos mutuamente, y a respetar a todos. Nuestra vida ha estado llena de buenos momentos, más que los tristes y angustiantes. Esos momentos han estado compartidos con acciones hacia los demás, ¿verdad? Nuestra academia de surf empezó queriendo llenarnos de dinero con todos los extranjeros y adinerados que llegaran a Huanchaco y Malabrigo... sin embargo, poco a poco, nuestros clientes fueron aumentando más por la necesidad de divertirse sanamente de muchos jóvenes y adultos sin mayores medios económicos para contratarnos, que por surferos principiantes que sí los tuvieran.

El rostro de Priscila se tornó más serio... ¿Adónde llegaría Esteban con todo esto? Sin embargo, algo dentro de sí empezaba a vibrar, como si comprendiera la ruta que tomaba esta explicación. Esteban siempre había sido el más sensible al dolor del prójimo, y muchas de sus discusiones de pareja solían iniciarse con algún regalo, descuento o donación de la academia de surf que su Plumita hubiera decidido realizar a la gente sin recursos, sin haber obtenido el consenso previo de ella.

- Año tras año hemos aprendido a vivir holgadamente con lo que teníamos, y lo sabes bien. Nunca nos faltó qué comer, o con qué llevar adelante nuestros proyectos en la vida. Por un buen tiempo pensé, como tú pensabas, que sólo nuestras habilidades particulares para el negocio y la administración, combinadas con nuestra pasión conyugal, eran la "clave del éxito" para lograr todo eso por nosotros mismos.

- ¿Y no ha sido así, mi amor? - interrumpió Priscila.

- Sólo en parte, Gringota, sólo en parte. ¿Recuerdas a Dionisio, el cojito?

Priscila lo recordaba perfectamente. Dionisio fue durante años el portero y guardián de la academia de surf, hombre de confianza de Esteban, y la mano derecha en cualquier gestión o trámite administrativo que ambos tuvieran que realizar. Dionisio no era muy joven, y había sufrido de polio muy pequeño, motivo de su evidente deformidad en una de sus piernas. Sin embargo, bajo la dirección de Esteban, Dionisio aprendió a surfear, y no lo hizo nada mal en todo el tiempo que compartieron la vida con él.

- Una vez sorprendí a Dionisio oculto en la oscuridad de la noche, dentro del garaje de la academia. Estaba agachado y murmurando algo que no pude comprender - continuó Esteban - Me acerqué a él a preguntarle si se sentía mal, o le ocurría algo que quisiera contarme. Dionisio no se inmutó, prosiguiendo en esa extraña postura y murmuración. Reclamé a Dionisio me respondiera, y aún así tomó su tiempo para terminar lo que en ese momento pensé era un arrebato de locura. "Esteban", me dijo tuteándome por primera vez. Y se levantó del suelo... ¡sin ninguna deformidad!

Priscila estaba impresionada por el relato de Esteban. Ella siempre había querido saber por qué Dionisio, así como apareció un día en la academia de surf, había desaparecido repentinamente sin hablarse más de él.

- Me asusté mucho al verlo sonriente, luminoso de pronto en su entorno corporal, y sin ninguna deformidad. "Esteban", me dijo por segunda vez, "es tiempo que conozcas a mi Señor. Esta fue mi última oración por ustedes, pues ya regreso a Sus pies. Su obra aquí ya está iniciada por tus manos y las de Priscila, tu mujer. Pero necesitan conocerle, pues el trabajo realizado será en vano si así no fuere." Yo me quedé paralizado, y de pronto me sorprendí cayendo de rodillas, totalmente abrumado. La mano de Dionisio se posó sobre mi hombro, y me preguntó: "¿Crees en Dios?" Yo respondí sin hablar, porque la voz salió de mi propio corazón. Lloraba, mi amor, lloraba por algo que no entendía, pero que poco a poco, más que asustarme, invadía todo mi interior. Me parecía ver que la luz que emanaba del cuerpo de Dionisio se fusionaba con mi cuerpo, y desaparecía dentro de mí. "Sí, sí creo en Dios", sonó fuera de mí la respuesta de mi corazón. Y Dionisio me pidió que reconociera mi condición de pecador ante el Señor, Priscila, y si yo sabía que Jesús, Hijo de Dios, había perdonado a todos los hombres en la cruz. Como en la primera pregunta, mi amor, la voz de mi corazón brotaba en forma positiva y natural...

A esas alturas, Priscila, viendo de reojo el paisaje que acompañaba el momento, empezó a creer que todo esto era de verdad un sueño de persona en estado de coma, de inconsciencia total. Decidió entonces asumir que al despertar nunca más vería a su amado Esteban, el Plumita. En cualquier momento desaparecerían las sensaciones maravillosas de las que disfrutaba a su lado, y el calor y lozanía tan real que transmitían sus brazos, sus manos, el latido de su corazón dentro del pecho... en cualquier momento se daría cuenta que estaba conectada a algún tubo respirador artificial, y que debería luchar por su vida.

Esteban continuó con su relato

- Acto seguido, Dionisio me pidió que hiciera lo mismo contigo, las mismas preguntas después de establecer una completa relación de amor con Él. Así ambos tendríamos el mismo derecho de ser considerados Hijos de Dios, y lograríamos la salvación de nuestra alma. Me dijo: "Él te ama y se quedará por siempre en esta casa que tú y tu esposa han levantado en Su nombre. ¡Gloria a Dios!". Con esas palabras, Gringota de mi alma, Dionisio caminó en silencio hacia la puerta, la que nunca abrió, pues la atravesó sin dejar rastro en ella.

- Entonces, Esteban... ¿por qué el Señor permitió que sufrieras así como sufriste, y murieras entre tanto dolor? ¿Por qué permitió que me quedara sola, sin sentido en la vida, perdida en mi soledad? ¿Por qué dejó Dios que no cumplieras tu promesa de seguir conmigo siempre?

Una sonrisa maravillosa asomó en el rostro de Esteban - A veces no vemos cuán presente está Él en nuestras vidas, pues la ceguera humana es producto de nuestra propia necedad. Yo tenía que pasar ese dolor, Priscila. Viste que a pesar de ello, mis esfuerzos por ayudar a la gente más necesitada de amor en Malabrigo se intensificaron, y los resultados de nuestra gestión de apoyo a las ausencias de la comunidad desvalida fueron atendidas al más breve tiempo. Mi condición de salud fue un referente para todos los que nos vieron como una actitud perseverante y de fe a continuar, pues como Jesús con todo su dolor, seguí caminando por amor de Él a tu lado hasta llegar mi final en el mundo, pero no en la eternidad. Luego de tu partida del mundo, mi amor, la Obra del Señor en Malabrigo no se detendrá. Malabrigo es la casa a la que el ángel del Señor se refería al decirme en la voz de Dionisio: "... y se quedará por siempre en esta casa que tú y tu esposa han levantado en Su nombre..." .

Luego Esteban, en tono más serio, reprochó amorosamente a Priscila.

- Y tú, Gringota... ¿Cómo puedes preguntarme acerca de mi promesa si me estás viendo aquí hoy, a tu lado, apoyada en mi pecho lleno de amor por ti?

- Pero, entonces... yo también he muerto, y me quedaré por siempre aquí, a tu lado...

- No mi vida. Ni tú ni yo hemos muerto. Acepta al Señor en este mismo momento, y ambos viviremos juntos por siempre en este bello paraíso que el Señor ha dispuesto para todos los que le aman... ¿O es que las olas que ves al frente no te cautivan tanto o más que las que hemos corrido en toda nuestra vida ? Lo verdaderamente hermoso será que te darás cuenta que estamos rodeados de millones de almas puras y santificadas por Él, que aún tu corazón humano no te permite ver. Todos están aquí, a los pies del Señor. Él te está viendo ahora, más cerca que nunca. Ya lo sabrás muy pronto, pero empieza a sentirlo ahora. Entonces mi amor... ¿Crees en Dios?

Priscila se rindió a las últimas palabras de su amado, y bajo su dirección, aceptó al Señor en su corazón. Luego pasaron los momentos más intensos y hermosos que hubieran disfrutado jamás dentro del mar, y fuera de él. Al aparecer las luces de un atardecer inigualable, Esteban anunció a Priscila.

- Gringota, el Señor permite retornes al mundo a continuar Su obra con toda la comunidad. Efectívamente, esto parecerá un sueño lejano para tí. Pero a diferencia de otros sueños, recordarás cada instante vividos al lado del Señor, juntos, y Su promesa de vernos por aquí muy pronto. Da testimonio de ello, recoge más almas para el Reino de Dios - y de inmediato agregó - ¿Vamos a surfear en homenaje a la Creación, mi vida?

- Plumita, ¿Surfear sobre qué? Te recuerdo que mi Longboard desapareció con mi wetsuit en la reventazón...

Esteban soltó una carcajada que cubrió toda la playa, y dominó al viento.

- ¡Priscila de mis amores! ¡Aquí no necesitamos tabla ni wetsuit para surfear! Observa esto...

Dos inmensas lianas llenas de flores cayeron de pronto del acantilado, y corrieron por sí solas al agua que besaba las orillas de la playa. De allí saltaron dos bellísimos delfines, que navegaron raudos mar adentro, y luego volvieron hasta quedar flotando al alcance de los esposos. Esteban tomó de la mano a Priscila, quien libre de temores se dejó llevar por esta nueva aventura acuática. Ambos treparon a los lomos de cada delfín, y a la indicación de Esteban, se pusieron de pie sobre ellos. Cada delfín movió su cabeza alcanzando los extremos de las lianas a Esteban y Priscila, que se enlazaron con suavidad y firmeza en sus manos. Las lianas habían quedado como arneses en los cuerpos de los delfines, y cuando Priscila pensó que había visto todo, vino lo mejor: al fondo, dos enormes ballenas azules hicieron su aparición, ambas atadas a distancia a los delfines por las mismas lianas a manera de riendas, y emprendieron una carrera infinita remolcando a los dos amantes sobre sus delfines, saltando olas y mares hasta llegar al anochecer.

Priscila abrió los ojos, turbada por la luz de la linterna del doctor que la examinaba. Al verla reaccionar, el doctor llamó a una enfermera, y al momento todo un equipo médico del Hospital Regional de La Libertad se acercó a atenderla. Días después, en su casa - cabaña de Malabrigo, Priscila organizaba a las madres de cada joven que laboraba en la comunidad como profesores y asistentes de surf, y otros relacionados al aporte de la academia. Las actividades de refuerzo educacional y moral se intensificaron en los siguientes meses, y las reuniones de agradecimiento y oración a Dios fueron creciendo en número de asistentes y en fechas de congregación.

Era verdad que Priscila no dejaba de extrañar a su Plumita Esteban. Prefería pensar que este se encontraba en otro país, y que las oraciones al Señor serían algo así como mensajes de amor con copia a Esteban en un correo fabuloso de internet. La obra en Malabrigo creció sin límites, y Priscila siguió corriendo olas sobre las tablas de Esteban y las suyas en cuanto evento cristiano se fuera dando, y en la soledad con Dios.

De vez en cuando, año tras año, cayendo la noche, Priscila se desprendía de sus ropas, y desnuda entraba en el mar iluminado por la luna a la espera de algún hermoso delfín que le llevara surfeando a ese paraíso maravilloso, donde Dios y su esposo le estaban esperando...

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Danilo Gutiérrez Baella, Año 2010