Dedicado a mi bella Sandrita,
en sus diecisiete años de luz
alumbrando nuestras vidas
Fueron muchas ansiedades
precediendo tu llegada;
tu mamita caminaba
en ida y vuelta todo el día...
El papá con su trabajo,
pero hablando con tu abuela
que al teléfono contaba
los progresos de la espera.
Y tu hermano ilusionado
una él niña anhelaba
una hermana dulce y bella
que brillara en su mirada.
Eran ya las veintitres
(y muchos minutos más),
y una llamada urgente
desbarató el stress.
Era la voz de tu abuela
la que anunciaba el "¡ya está!"
y era tu padre nervioso,
el que volaba a su hogar.
La gente del hospital
nos recibió a medianoche,
¡pues tu trabajo en el vientre
nos apuraba en el coche!
Dieron la una y cincuenta
y una niña rosa y bella
lloraba sin un palmazo
anunciando su presencia.
La bendición a los padres
se constató a los segundos
cuando te vimos nacida
sanita, inquieta y muy linda.
Tus manitos regordetas,
tus tamalitos por pies,
tu carita rosadita
y una boquita de miel.
El amor que arrebató
todo dolor del corazón
aumentó cada segundo
hasta explotar de emoción.
"¡Una niña!", yo exclamaba
a una madre extenuada,
que con alivio extremo
se reía ilusionada.
Fueron tus primeros días
los que vive una princesa,
llenos de amor familiar
rodeada de naturaleza.
Huacachina emocionada
saltaba contigo en sus dunas,
y la laguna legendaria
festejaba tus ternuras.
Los huarangos gigantescos
fueron tranquilos testigos
de tus primeros pasos
y de tus primeros gritos.
Un concierto de mil trinos
educaron bien tu oído
al visitar la jaulita
repleta de periquitos.
Fué tu risa aventurera
la que brilló sin medida
entre lobos y conchitas
cruzando el mar en familia.
Y tu voz se hizo notar
al mudarnos a la sierra
resbalando muy audaz
por las sinuosas laderas.
Tus ojitos caramelo
se hicieron de pronto tremendos
al oir rugir el cielo
y al sentir granizo en tus dedos.
Te forjaste emprendedora
caminando por la selva
no había rio, ni rama, ni lodo
que detuviera tu senda.
Y hoy que estás en la ciudad,
luego de tanto vivir,
derrochas tu amor por nosotros
y muestras a Dios al reir.
Y es el cielo el que está en fiesta
al recibirte hoy en día
con un corazón de oro
y El gobernándolo todo.
Por mi parte no quiero ocultar
que mi amor por tí es inmenso,
que el orgullo de ser tu padre
se extiende por el universo.
Hoy Sandrita, vida mía,
te encargamos al Señor
para que esté presente en tu vida
y te ilumine en Su amor.
De tu papá, que agradece al Señor tu vida en mi vida,
en tus diecisiete años de luz y de amor.
Lima, 14 de julio de 2010
Todos los Derechos Reservados
Danilo Gutiérrez Baella
Copyright 2010
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